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El civismo de unos extranjeros

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Los que durante todo el año, ya jubilados, nos reunimos diariamente en la playa de Cortadura para tomar el sol, bañarnos o simplemente leer o conversar al aire libre, esta pasada Semana Santa fuimos testigos de algo que, aunque elemental y básico, no dejó de llamarnos poderosamente la atención.

Llegaron allí unas parejas de chicos y chicas, jóvenes turistas por sus aspectos posiblemente holandeses o alemanes, que con sus tiendas de campaña eligieron aquel lugar para acampar durante nuestra Semana Mayor y que, obviamente, en ese sitio pernoctaron, comieron, se asearon, etc..., ante nuestras miradas.

Este hecho no tendría ninguna importancia, si no hubiéramos observado que cuando, ya pasados esos días, tras el Domingo de Resurrección, recogieron sus bártulos en grandes mochilas y se marcharon educadamente, aquella arenosa parcela donde habían convivido por un periodo de más de siete días estaba en perfecto estado de limpieza. Hasta los residuos que lógicamente generaron fueron introducidos en bolsas de plástico completamente cerradas y depositadas en los recipientes instalados al efecto; creemos sinceramente que todo quedó con una pulcritud superior a la que encontraron a su llegada.

Ignoramos si se trata de un hecho aislado de exquisita urbanidad de aquellos chavales y chavalas extranjeros, pero lo cierto es que nos produjeron una maravillosa sensación de excelente cultura y civismo.

Aunque es verdad que las comparaciones son odiosas, no hay más remedio que admitir negativamente cómo dejamos nosotros, especialmente los fines de semana, nuestras preciosas playas que son de las mejores de Europa y no digamos tras las populares barbacoas.

¿Será que en democracia nos queda aún mucho por aprender?

Eduardo Llorens Ruzo. Cádiz