Solo ante la excavadora
Un vecino de Washington gana el pulso a las inmobiliarias de la ciudad al negarse a vender su casa
Actualizado: GuardarAl pasar por la céntrica Avenida Massachusetts de la capital de Estados Unidos, resulta casi imposible no reparar en una colosal batalla inmobiliaria librada en el número 433. Aunque la manzana está destinada a acoger dos edificios de oficinas y viviendas de lujo, el propietario de una desvencijada casita en mitad del solar se ha convertido en una especie de Gary Cooper urbanístico, solo ante el peligro de la especulación.
Los habitantes de la ciudad, volcada en recuperar su centro y sanear zonas intocables, habían empezado a hablar ya del misterio de la Avenida Massachusetts para referirse a este llamativa excepción. Hasta que, finalmente, el misterioso dueño de la casita blanca ha arrojado esta se-mana algo de luz sobre una odisea que se desarrolla entre el rugido de las excavadoras y el trasiego continuo de camiones y letrinas portátiles. El resistente de la Avenida de Massachusetts es un arquitecto afroamericano de 69 años, llamado Austin L. Spriggs.
El hombre compró el local de dos pisos en el año 1980 por 135.000 dólares (unos 100.000 euros según el valor de cambio actual) para utilizarlo como sede de su estudio, donde también trabaja su hija Ángela. La familia vive en otro barrio.
Todo era normal hasta que la revaloración del centro de Washington llamó a su puerta. Ante una sucesión de ofertas y ruegos de todos los vecinos, que veían peligrar sus beneficios, Austin Spriggs se ha convertido en Mister No, rechazando cifras cada vez más altas que han llegado hasta casi dos millones de euros. Los promotores, desesperados, han optado finalmente por edificar alrededor de su propiedad.
Ahora, Spriggs ha confesado que su rendición tenía un precio: cuatro millones de euros. Pero todo indica que el verdadero punto de fricción ha sido el rechazo a su exigencia de actuar como arquitecto en el multimillonario proyecto previsto para el solar, pese a su limitada experiencia en grandes obras. La condición fue desestimada por las empresas implicadas, deseosas de hacer negocio pe-ro no hasta el punto de convertirse en rehenes. Así que las obras encapsularán el reducto, a excepción de su fachada. Y Spriggs ha confirmado que piensa reconvertir su propiedad en sucursal de una famosa cadena de pizzerías.