Antonio Barberá busca una nueva perspectiva de Enrique El Mellizo
Según los primeros datos de su estudio, no se trataba de una persona iletrada
Actualizado:La celebración del centenario de la muerte del Mellizo, durante este mes de mayo, traerá mucho más que una gala flamenca y una serie de actividades paralelas en torno a la figura del inmortal gaditano. Gracias a la desbordante afición del investigador Antonio Barberá, miembro de la Cátedra de Flamencología Itinerante de Cádiz, podríamos tener una serie de datos de incalculable valor para determinar algunos perfiles de Enrique Jiménez El Mellizo, desconocidos hasta ahora. Como deben saber, el romanticismo flamenco nos hacía ver al cantaor como una persona algo desequilibrada emocionalmente, huidiza y solitaria (incluso afirmaban que se iba a cantarle a la luna por la noche).
Todo un catálogo de aptitudes que se han adjudicado, sin más, a los creadores flamencos, retratándolos como unos extraños personajes. Pero la realidad puede ser otra muy distinta y su respuesta estaba muy cerca, claro que lo que hace falta es investigar con rigor, sin dejarse llevar por la imaginación, tal y como está realizando Antonio Barberá, consultando directamente hemerotecas y archivos.
Aún cuando la investigación está saliendo a flote y culminaría con un libro llamado "Enrique el Mellizo, compositor de lo jondo", nos ha adelantado algunos datos de mucho interés. Entre ellos destaca la aparición de un oficio, fechado en diciembre de 1874, que la Casa de Matanza de Cádiz (coloquialmente, el Matadero Municipal) dirige al Consistorio gaditano de la época, en el cuál los operarios solicitan al Alcalde una gratificación extraordinaria por el día de «la Natividad de Nuestro Señor Jesucristo». Curiosamente, la respuesta fue un directo y concreto «no hay lugar» estampado en el margen izquierdo del mismo escrito de petición.
Hasta aquí el hallazgo no nos permite mayores consecuencias, «las que sí se han podido establecer al comprobar las firmas de los trabajadores que hacían la petición; puesto que era una plana mayor de creadores gaditanos de la época, entre los que estaba Enrique el Mellizo», apuntilla (nunca mejor dicho) el investigador Barberá.
Quiénes estamparon su firma, todas bastante legibles, en el escrito peticionario se encontraban nada menos que un Juan Jorge y José Vara, famosos puntilleros; el creador de algunas formas de alegrías Enrique Bonzante, padre de Butrón el Viejo y de Luisa la Butrón; José Ortega, también conocido como El Aguila, torero y cantaor al que se le reconocen algunas creaciones; Gaspar Díaz El Lavi; Ignacio Ezpeleta El Pata, al que se le adeudan unos giros por bulerías de Cádiz y algunos Jiménez como nuestro Enrique El Mellizo y, posiblemente, unos parientes con los nombres de Antonio Jiménez, uno de ellos conocido con el sobrenombre de El Poncho.
Todo ello, nos llevaría a concluir que Enrique no era esa persona tan iletrada como se le suponía; pues su caligrafía hace opinar lo contrario y que, lejos de ser esa persona enigmática, huidiza y solitaria, era el privilegiado miembro de una convivencia diaria con sus compañeros y parientes y sus creaciones fruto del compartir entre unos y otros, como se supone al flamenco.
Por su parte, el presidente de la Cátedra Itinerante de Flamencología, Paco del Río pidió a las autoridades municipales los recursos necesarios para, a partir de la firma del documento de 1874, comenzar un estudio grafológico y «averiguar más» sobre la personalidad del cantaor.