Consumismos
Un movimiento de vegetarianos acomodados demuestra poder vivir a todo tren con lo que tira la sociedad
Actualizado:Un día los niños creerán que la carne y el pescado viene en bandejas de plástico, como las que se encuentran en el supermercado. Los de mi barrio, por lo menos, ya no ven un pescado entero desde que el mes pasado cerrase la última pescadería que quedaba. Negocios que, como el de los zapateros, están en vías de extinción por los abusos de la vida moderna y el descarnado consumismo de usar y tirar.
Las vitrinas de los supermercados aparecen siempre impecables, con verduras frescas y lozanas, y ni una manzana picada, porque en cuanto se pasan un poco se quedan arrinconadas y espantan a los clientes. Esa sospechosa perfección me hizo preguntarme cuál sería el paradero de todos esos alimentos a punto de sucumbir a nuestra mirada severa que desaparecen misteriosamente de las estanterías.
Así es como topé con el movimiento de los freegan, vegetarianos a ultranza que han decidido liberarse de la tiranía del consumismo con una filosofía que demuestre a la sociedad la insensatez de tanto desperdicio, mientras la otra mitad del mundo se muere de hambre, literalmente.
Han acotado cuáles son los supermercados que se deshacen de productos en buenas condiciones e incluso las horas a las que lo hacen, y allí está el grupo, esperando en la esquina, para repostar la nevera. Están tan organizados que hasta se puede consultar los lugares disponibles en un website, www.freegan.info.
No son muertos de hambre ni mucho menos. De hecho, la conciencia social suele ser privilegio de la clase acomodada, que dispone del tiempo y la educación para reflexionar sobre otras cosas que no sean sus necesidades vitales. Muchos son abogados, médicos y expertos de todo tipo que les asesoran sobre cuestiones como cuánto tiempo puede pasar un yogur en buenas condiciones después de caducar, o qué verduras conviene descartar al primer machucón.
Se van a casa cada noche con baguettes de Balthazar, un horno de lujo en el Soho, y alimentos de Balducci, el supermercado gourmet más famoso de Nueva York. Se permiten el lujo de ser delicados, e incluso poner cara de asco a lo que lleva carne, o gluten, o conservantes, o ... La variedad es tanta que la Universidad de Arizona estima que en EEUU se tira a la basura entre el 40 y el 50% de los alimentos que se producen, toda una obscenidad.
Y lo que es mejor, dicen que sienten libres. «Desde que descubrí que no necesito dinero para sobrevivir he conquistado una angustia vital», me confesó uno de ellos.