Cartas

Vivencias

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Todavía recuerdo como si fuera ayer el día de mi primera comunión. ¿Venga niña, aligera, que llegamos tarde! Y corriendo para aparcar en el parque genovés. Cuando llegamos al oratorio de San Felipe, con esos ojos de siete años parecía que me estaba trasladando al cielo. Miraba esos balcones vacios, me sentía el centro del universo en ese óvalo que era el templo. Aún hoy, cuando entro recuerdo con emoción esas sensaciones, esos propósitos, esas ilusiones solamente comparables con la primera vez que vi salir a mi hijo desde ese mismo templo vestido de penitente con su palma de San Juan. Por ello, me duele pensar que esas vivencias, que estas primeras experiencias de fe, puedan quedarse en un simple museo que sea zarandeado por cualquier político de turno.

Considero que el papel que representó este templo en las cortes de Cádiz y en la primera constitución española es totalmente compatible con la función principal del mismo, la de ser lugar de acogida de una comunidad cristiana: Se puede vivificar la vida del templo, de la parroquia y a la vez ser un homenaje a las libertades, ya que de hecho, son precisamente esos valores los que desde el Evangelio se potencian, y en muchas ocasiones, si no es por el paraguas de la Iglesia, muchos de ellos son pisoteados.

Por ello, desde estas lineas quiero reivindicar la necesidad de conciliar estos dos aspectos tan relevantes de San Felipe y la necesidad de intensificar la vida de la parroquia para que realmente sea un sitio donde anide una comunidad cristiana, donde se vivan los valores del Evangelio, donde crezcamos en la fe y en el amor, donde compartamos con los otros las riquezas y dificultades de ser seguidores de Jesús en un mundo donde eso de la fe no está de moda Creo que tener un sitio donde realizar este proyecto de vida, no tiene precio, por ello no vendais el Oratorio!

Lola Marín Núñez. Cádiz