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Editorial

Reforma necesaria

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Tras una larga negociación de casi dos años, el Gobierno, los sindicatos y patronales han cerrado esta semana un acuerdo sobre la deseada reforma del mercado laboral. Aunque los detalles completos no se conocerán hasta su presentación en la Moncloa el próximo martes, se sabe que la intención del documento es luchar contra la temporalidad promoviendo incentivos a la contratación indefinida mediante bonificaciones, fundamentalmente a los empresarios. La reforma y los niveles de ayuda que contempla está dividida en grupos sociales y la situación laboral en la que se encuentren: sin empleo previo, parados, parados de larga duración, temporales, indefinidos y subcontrataciones. Además de implantarse un Plan de Choque contra la Temporalidad de tres años de duración.

En virtud de todos los aspectos que contempla, es de esperar que esta reforma cubra un amplísimo campo del mercado laboral. Pero aún es demasiado pronto para saber cómo va a ser recibida y adoptada por los empleadores en la práctica. Para lo que no es demasiado pronto es para ver el camino que el Ejecutivo ha decidido no tomar. En lugar de bajar los impuestos a los empresarios, lo que el Gobierno hace, una vez más, es aumentar el gasto para premiar a los «contratadores» que se ajusten a las nuevas normas. Es verdad que no hubiese sido realista esperar algo diferente, pero con todo, y a pesar del nuevo gasto público que supondrá, el acuerdo es un buen paso del Gobierno que incluye, además, reformas cualitativas largamente necesitadas, tales como las que se refieren al trabajo a tiempo parcial o las que se ocupan de las condiciones laborales en las subcontratas.

Hay, no obstante, un aspecto que tiene una lectura delicada; si bien el énfasis de esta reforma se pone en la lucha contra los contratos temporales, nuestro mercado laboral ha ido ganando flexibilidad a base, precisamente, de la temporalidad y, aunque hay que recalcar igualmente que ésta ha sido exagerada por parte de los empresarios, es cierto que la flexibilidad debe basarse en el abaratamiento del despido mucho más que en la incertidumbre de los contratos con vencimiento a plazo fijo. Seguramente, las ventajas de esta flexibilización, como todas las anteriores las veremos a largo plazo y diluidas en el tiempo, pero no cabe duda de que es un paso en la dirección correcta en un proceso largo que habrá que ir haciendo avanzar. Ahora no se debe olvidar que el crecimiento depende no sólo de la cantidad de trabajadores activos, sino de la cantidad y calidad de maquinaria, herramientas y conocimientos para manejarlas con que cada uno trabaja. Ahí está el siguiente paso.