Villepin admite que Sarkozy fue nombrado en su reunión con un jefe del espionaje galo
Actualizado: GuardarEl primer ministro francés, Dominique de Villepin, reconoció ayer que el nombre de Nicolas Sarkozy, número dos de su Gobierno, fue mencionado en la reunión de enero de 2004 en la que encargó a un responsable del espionaje investigar una supuesta trama de corrupción, conocida como caso Clearstream. Puntualizó que fue citado en su condición de ministro del Interior, pero «no por estar relacionado con ningún asunto».
Esta precisión fue la única y leve variante en la línea argumental que Villepin mantiene desde que el estallido hace una semana del escándalo resquebrajase la cúspide del Estado francés. El pasado martes declaró en una entrevista radiofónica que la identidad de su compañero de partido, y sin embargo principal rival político, no había salido a relucir en la cita con el general Philippe Rondot, superagente de los servicios secretos, que marcó el arranque del caso.
En la décima rueda de prensa mensual de su mandato, el jefe del Gobierno, en aquel entonces ministro de Asuntos Exteriores, insistió en que cumplió con su deber al encargar al espía la verificación de unas informaciones que tenía en su poder sobre un blanqueo de capitales por una venta de fragatas militares a Taiwán. Pero reiteró que no recibió instrucciones del jefe del Estado, Jacques Chirac, y que no ordenó ninguna investigación confidencial sobre personalidades políticas.
Sin respuesta
Villepin no respondió a la pregunta abierta lanzada desde las páginas del semanario Le Point por su director, Franz Olivier Giesbert: «¿Puede certificar que nunca dijo, ni a mí ni a nadie, a mediados de julio de 2004, cuando el montaje ya estaba demostrado, que 'Sarkozy está acabado y no sobrevivirá si los periódicos hacen su trabajo'?».
En aquellas fechas la revista publicó la exclusiva sobre el caso con los listados trucados de titulares de cuentas secretas que había enviado un misterioso delator anónimo. Pero la dirección decidió no desvelar ninguna identidad, ni siquiera la de Sarkozy, como dicen que hubiera deseado Villepin. De ese episodio data la ruptura entre periodista y gobernante. Un retrato del primer ministro ocupa la portada del último número con el titular El espectro del Watergate.
Dispuesto a colaborar con los jueces, el jefe del Ejecutivo galo repitió por enésima vez que no piensa dimitir, como reclama la oposición de izquierdas, y sugieren en privado algunos notables de la mayoría conservadora. Apuesta por el hastío de la opinión pública a la vista de un sondeo en el que sólo el 33% de los encuestados desea su renuncia, mientras el 46% juzga que no debe arrojar la toalla.