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Olivia Molina es una de las protagonistas de la obra. / COLPISA
Cultura

El Centro Dramático Nacional rescata al Tennessee Williams más poético

'De repente el último verano', vista una sola vez en España, regresa a las tablas nacionales con dirección de José Luis Sáiz

MIGUEL LORENCI/MADRID
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Una única vez se había montado en España De repente el último verano, quizá la pieza «más poética, profunda, compleja, intensa e incómoda» del dramaturgo estadounidense Tennessee Williams (1911-1983). Así lo asegura su director, José Luis Sáiz, que ha rescatado para el Centro Dramático Nacional (CDN) este drama en el que Williams indaga sobre cuestiones fundamentales y eternas, como «la búsqueda de la verdad y la juventud». Aunque transcurre en Nueva Orleans, está remotamente inspirada en la realidad española de los años treinta, según reconoció el propio Williams en sus memorias.

Estamos así ante un «casi estreno» de uno de los dramas más ambiciosos de Williams, que cuando la escribió se había consagrado ya universalmente con piezas como El zoo de cristal, La gata sobre el tejado de zinc y Un tranvía llamado deseo. Atravesaba momentos críticos, tras la muerte de su padre y culminar su proceso de psicoanálisis.

Estará en cartel en la polivalente sala Francisco Nieva del flamante teatro Valle-Inclán de Madrid (Plaza de Lavapiés s/n. Entradas en Servicaixas) sólo hasta el próximo 11 de junio.

«Es un texto de vuelta antes que de ida. Refleja las preocupaciones más profundas de Williams y llega al espectador emocionándole desde la primera escena» aseguró el máximo responsable del CDN, Gerardo Vera.

José Luis Sáiz ha eludido cualquier referencia a la película que se filmó en Tosa de Mar en 1959, un año después del estreno teatral en Broadway, dirigida por Mankiewicz y cuyo guión firmaron Gore Vidal y el propio Williams. Ambos se llevaron a matar durante el rodaje, protagonizado por Montgomery Clift, Elisabeth Taylor y Katharine Hepburn.

«Es la pieza más poética de Williams, que da un giro a su dramaturgia. Ofrece múltiples lecturas y, desde luego, no es nada políticamente correcta», avisa el director de escena. «No es fácil de interpretara ni de ver. Es incómoda. Indaga en lo más profundo de la naturaleza humana y nos demuestra como todos somos ángeles y demonios a la vez», resumió Sáiz.

«Es la obra de mayor poder simbólico de Williams, con aromas de Casandra o Clitemnestra y referencias la gran mitología clásica europea. Sus temas son la búsqueda de la verdad y la juventud, las telas de araña en las que las madres atrapan a sus hijo y les impiden ser ellos mismos, la pedofilia o el amor entendido como canibalismo» resumió Sáiz.

Intérpretes

Susi Sánchez, como Violeta Venable, y Mariano Alameda, como el doctor John Cukrowich, encabezan un reparto en el que figuran Olivia Molina -hija de Ángela-, Cristina de Juan, Leopoldo Ballesteros, Magda Labarga, Borja Manero, Eva Pérez o Carmen Segarra.

José Carlos Plaza había sido el responsable del único montaje español de esta pieza hasta ahora, a finales de los setenta y con Enriqueta Carballeira y Joaquín Hinojosa en el reparto. Antes, la censura franquista abortó todos los intentos de llevarla a escena.

La acción gira en tono a una ausencia, la de Sebastián, un hombre cultivado y adinerado que cumplidos los cuarenta viaja a Europa «para quitarse todas las máscaras». Hallará una muerte violenta en una playa de su mismo nombre del sur de Europa, que José Luis Sáiz cree que es la antigua Barceloneta de la Ciudad Condal, llamada hasta los años cincuenta Baños de San Sebastián.

Williams fija su atención el mundo latino de las años treinta, «con los ojos de un americano que en 1935 observa una realidad que juzga salvaje, peligrosa, primitiva y sincera; algo parecido a o que hoy podríamos pensar de África» apuntó José Luis Sáiz.

De la música se ha encargado Suso Sáiz y la escenografía queda a cargo de Richard Cenier. Ha diseñado un espacio que vincula la escena con los 123 espectadores que asistirán a cada una de las representaciones en la recoleta y multifuncional sala Nieva.