«La mujer no elige»
La periodista del corazón Rosa Villacastín analiza las relaciones de pareja en su último libro, 'Querido imbécil'
Actualizado: GuardarRosa Villacastín vuelve a afilar su pluma para describir lo perdidos que andan, a su juicio, los hombres de más de 50 años. Su título: Querido imbécil.
-Pues empezamos bien.
-Ja, ja. Empezamos divinamente, pero en plan cariñoso, ¿eh? Si no, habría dicho simplemente imbéciles.
-Nos pega un buen repaso a los hombres.
-Es lo que intento. Los que lean este libro, ¿que aprendan qué es lo que buscamos las mujeres!
-¿Por qué no acabamos de pillarles el punto?
-Como decía Leonor Taboada, los hombres siguen buscando a una mujer que ya no existe; y las mujeres, hombres que aún no han nacido.
-¿Las madres que nos parieron tienen mucha culpa de ello?
-¿Nooo! Nos educaron como les educaron a ellas.
-¿Qué lifting necesita el hombre?
-Antes, si era feo, siempre había mujeres dispuestas a adorarle. Ahora, no. Esa barriga que antes era tan tierna y estupenda... ¿ya no nos gusta! Queremos hombres planos. A mí me encantan los que se hacen la pedicura, se dan cremas, se cuidan el pelo...
-¿Cree que la única vía posible hacia la felicidad es estar juntos?
-¿Me niego a prescindir del hombre! Pero conduciendoos por la senda adecuada.
-¿Aconseja llevar casco en las relaciones?
-Mucha mano izquierda, ¿pero entre los dos!
-¿Hay edad para amar?
-¿Nooo! Tengo padres de amigas mías de ochenta años que han enviudado y se han vuelto a enamorar.
-¿No se dimite con la edad?
-En lo sexual, poco a poco, te jubilas. Yo distingo mucho entre hacer el amor, ja, ja, y el sexo puro. Se puede disfrutar sin hacer el pino todos los días, y el que quiera hacerlo ya tiene la viagra. También para la mujer empieza a haber productos.
-Las mujeres parecen invisibles.
-¿Nooo! También en lo sexual la mujer ha tomado las riendas. Antes se dejaba hacer y ahora es la que dice cómo hay que hacerlo y por dónde hay que ir.
-Aunque no se le vean, ¿cómo le pintan las canas?
-¿Ayyy! Alardeo de mis años. Yo no me veo invisible.
-¿Se ganó por méritos el título de Matahombres que le concedieron las mujeres de Zamarramala?
-(Risas). No sé si me lo dieron por algo especial. No he sido ninguna matahombres. Sí he tenido claro lo que quería y el tipo de persona que deseaba para vivir. Cuando lo encontré, y fue tarde, supe que era el definitivo.
-¿Eso se sabe?
-Sabía que tenía las cualidades e incluso los defectos que buscaba.
-¿Cómo sobrevive su compañero junto a una matahombres?
-Bien, pero lleva fatal lo del título. Enriquece a la pareja hablar el mismo idioma profesional.
-¿Está acostumbrada a que de vez en cuando le den la espalda como en la portada del libro?
-¿Nooo! Lo puse a propósito para que no se le reconociera. Asumo que un hombre te la pueda dar. ¿Por qué no? Cuando dicen eso de que es la mujer la que elige... ¿Es mentira!
-¿Quién elige?
-Si un hombre no quiere, ya puedes bailarle la sardana. Y una mujer, igual. Es la conjunción.