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Espárrago a la alcaldía

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Como aves anunciadoras de primavera, las violeteras inundaban otrora la madrileña calle de Alcalá. Como aves anunciadoras de las municipales, el Pepé y el Pesoe elevan el tono de sus refriegas como cuando algún presentador televisivo instiga a los tertulianos rosas a incrementar el tono de sus arengas y el grado de sus arremetidas.

Así, durante los últimos días, el partido de las gaviotas ejerce el deporte del buzoneo con un folleto en ese papel cuché tan parecido a los de telepizza pero que en lugar de anunciar el regalo de una cuatro quesos por cada margarita, nos informa de que los del puño y la rosa se opusieron al segundo puente sobre la bahía. ¿A buenas horas, mangas verdes! ¿Cómo puede explicarse, pues, el cajonazo que el jurado de la soberanía popular propinó hace ya once años a los socialistas? ¿O es que aquellas municipales las ganó Teófila Martínez con tan sólo salir en los debates de Jesús Hermida?

El PSOE chupa banquillo desde entonces por los errores acumulados en la gestión municipal y el PP se arriesga a dejar de ser el equipo titular de la capital gaditana con tanto ir por la vida de cagalástima: lo de los últimos serán los primeros en el reino de los cielos no suele cumplirse en las expectativas electorales. Esto es, los que van de perdedores no suelen salir ganadores. Al PP le votaba el izquierdísimo Cádiz cuando llovían los ministros con sonrisas profidén y proyectos bajo el brazo. Hoy sólo viene a vernos el Juan Sebastián Elcano. Como al personal le dé el barrunto de que en La Moncloa no saben donde queda la Plaza de San Juan de Dios, los conservadores se van a quedar con los votos de Bahía Blanca, si es que Bahía Blanca sigue siendo feudo suyo.

En este parque temático de la ojana, los legales gaditas ayer jaleaban a Sevilla, como hoy a Santander y mañana, quién sabe, a la mismísima Chiclana. Después de tres mil años de historia, a Cádiz no le importa prestar su poder soberano a quien sea, durante un ratito, que es lo que es para esta ciudad cuatro o cuarenta años. Ahí están los reyes del mambo de la trimilenaria: apostados ayer ante el INEM y hoy ante el SAE, pero siempre sobre el puente, con su caña de pescar enhiesta y su cara de Columela sin saber dónde van a contratarle su hoz de mármol en tiempos del Black & Decker y los tractores de John Deere. Ahí está ese Cádiz profundo, beduino o de intramuros, comprando churros en La Guapa y coplas en El Melli, viendo pasar ante sus ilustres narices cuevas de María Moco, estatutos de autonomía, artículos de Pemán y poemas de Alberti, museos del ná, centenarios de El Mellizo venidos a menos, batallones infantiles, bicentenarios de Trafalgar o de La Pepa, fiestas típicas, veladas de los Ángeles y asustaviejas. Ahí está, como la Puerta de Alcalá de Víctor y Ana. A su puñetera bola.

Con tal de que el paseo marítimo de Puntales se haga, lo pague quien lo pague; o con que llegue carga de trabajo al astillero, lo mismo le da que al histórico balcón de Fermín Salvochea se apoltrone Batillo o se asome La Tía Norica. Pero, hoy por hoy, cuando la maquinaria electoral de los partidos empieza a arrancar motores, lo único claro que tiene el personal es que como el pueblo es sabio, si el Cádiz C. F. o Sociedad Limitada se salva de la Segunda División y del Jerez Club Deportivo, el próximo alcalde podría ser perfectamente Víctor Espárrago.