LOS PELIGROS

La trinchera

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De aquí a un año, cuando se celebren elecciones municipales, vamos a vivir una auténtica tormenta de ideas sobre el futuro de la ciudad. Muchas de ellas descabelladas, contradictorias, abiertamente decorativas e inútiles. Debemos prepararnos para la incoherencia. Y es una pena porque, probablemente, en todo ese aluvión de ideas van a perderse algunas muy buenas. Además de impedir la realización de otras.

De tanto hablar del segundo puente nos olvidamos de que éste llega cuando aún no se ha resuelto el transporte público en la Bahía y que aún más importante que los coches puedan entrar fácilmente en Cádiz es que no atasquen luego la ciudad. El Plan de Infraestructuras hablaba de la necesidad de aparcamientos disuasorios.

Ese es el sentido del gran aparcamiento subterráneo de plaza Sevilla pero, si se amplía el de Canalejas, más dentro de la ciudad, ¿a quién se le disuade de que aparque su coche más lejos para aliviar así el tráfico?. Se irá al más céntrico y sólo cuando no encuentre nada allí volverá al subterráneo más lejano. Es decir, más coches dando vueltas. De la prometida ampliación de plazas de Canalejas nos podemos quedar en la mitad, unas 250, si se da por bueno el estudio técnico de una de las empresas que concursan, desaconsejando construir una segunda planta.

Una ampliación que, si sólo llega hasta la calzada, como dice el Delegado municipal de Hacienda, ya ocupa dominio portuario, terreno no desafectado sino cedido en concesión para su uso como vial, cuando se retranqueó la verja del muelle. Los cambios hay que pedirlos a su titular. He aquí un proyecto contradictorio con el Plan de Infraestructuras, sobredimensionado en capacidad y del que ni siquiera se tiene toda la titularidad para ejecutarlo, eso sí, con urgencia.

Su realización haría imposible, o muy costoso por las indemnizaciones, el proyecto socialista de soterrar la avenida del Puerto. Lo sorprendente es que no se entre a rebatir las debilidades, que las tiene, de este proyecto, sino que se prefiera su descalificación completa, anunciando que la entrada y salida del túnel abriría una trinchera entre la ciudad y el puerto de casi trescientos metros. Para tan sorprendente cálculo se utiliza el ejemplo del tren soterrado, olvidando que este transporte exige pendientes muy pequeñas. Y no explica por qué no hace falta abrir una trinchera así para aparcar en un subterráneo pero sí para que los coches atraviesen ese mismo subterráneo.

Hace menos de un mes inauguró el alcalde popular Gallardón el túnel de O´Donell, que une el centro de Madrid con la M-30, con un gálibo de 4,5 metros, mayor del que aquí se baraja, que permite su uso por camiones y autobuses. ¿Han oído que alguien califique de trinchera, o mamarracho, la boca de ese túnel que, con estos cálculos, debería ser una zanja kilométrica?. ¿Por qué no aprovechar la propia pendiente de las Calesas?. La idea de una gran plaza abierta al mar, libre de coches, es muy atractiva y estoy seguro que cuenta con el apoyo de la mayoría de los gaditanos, voten lo que voten, pero está ligada a conseguir el Muelle Ciudad. Y esto depende de la ampliación del puerto.

El proyecto más importante. La debilidad del hermoso soterramiento propuesto son los plazos. Mientras no se termine la ampliación ahora proyectada no se podrá realizar una reordenación de todo el puerto. Se amplía porque está, otra vez, en crecimiento. Es absurdo que se le pidan terrenos para un acuario (como si no se construyera en San Fernando el mayor de Andalucía), cuando esos espacios, ocupados por contenedores, ya están produciendo riqueza y empleo para la ciudad.

Cuando la ampliación quizás libere, en el 2011, el frontal portuario de la ciudad, ¿se podrá permitir la seguridad y las infraestructuras del puerto perder su continuidad?. ¿Es conveniente aislar los muelles Alfonso XIII y Reina Sofía del resto del puerto?. Y si la cesión del Muelle Ciudad no es entonces posible, ¿para qué se va a soterrar si tendríamos una plaza del mar sin vistas?. Hay que aclararlo ahora. Sin olvidar que el mercado de cruceros busca ciudades atractivas, no sólo puertos que funcionen.