Prodi gana el primer asalto
Actualizado: GuardarTras os días de votaciones cuidadosamente pactadas, otorgadas o retiradas, artificialmente invalidadas y convertidas de hecho en verdaderos mensaje políticos de sus actores individuales o colectivos, Romano Prodi pudo ver a sus candidatos, Fausto Bertinotti y Franco Marini, convertidos en presidentes de la Cámara de diputados y el Senado de Italia respectivamente. Ganó así este primer asalto y el martes recibirá el encargo oficial de formar gobierno, horas después de que Silvio Berlusconi renuncie al cargo de primer ministro.
Pero sería ingenuo pensar que será tarea fácil la mera configuración del próximo ejecutivo de coalición - la Unión, que reúne fuerzas de centro-izquierda no muy bien avenidas y adornadas con personalismos muy propios del tribalismo que atraviesa la política italiana- por no hablar de lo que le espera a la hora de gobernar, con un Senado, indispensable en el proceso legislativo italiano, en el que dispone de dos votos de mayoría. Lo sucedido, aunque previsible y con algunos antecedentes en un país conocido por la inestabilidad política y los gobiernos breves, ha sido percibido como un espectáculo muy poco edificante en el que han sobrado los cálculos partidarios a corto plazo y ha faltado dramáticamente la altura de miras, el respeto por el público y el servicio al interés general bien entendido.
Prodi es el ganador inmediato, pero algunos de sus socios ya están tocados por el descrédito a cuenta de su conducta durante las votaciones, Berlusconi ha añadido un plus de mediocridad a su mala digestión de la derrota en las elecciones al organizar una operación en toda regla destinada a impedir, literalmente, que Prodi formara gobierno. Y, último, pero no el menor, el senador vitalicio Giulio Andreotti, la reliquia del mundo político trasalpino, que no dudó en aceptar el papel central que le adjudicó el primer ministro saliente: el de candidato a presidir el Senado.
En estas circunstancias sería deseable que el prestigioso presidente de la República, Carlo Azeglio Ciampi, cambiara su actitud, adelantada hace muchos meses, e hiciera un último servicio al país asumiendo su papel en el encargo y aprobación del próximo gobierno, en lugar de dejar e la tarea a su sucesor. Eso adelantaría el trámite en algunas semanas, pocas pero cruciales y permitiría visualizar una cierta normalidad y ver al gobierno instalado en su función de gobernar.