Futuro imperfecto
Actualizado: GuardarSe despide abril, que tiene fama de cruel, aunque sirva para contar los años de las muchachas recientes, con una acumulación de noticias malas. (Ya sabemos que las buenas no son noticia). No sólo ha subido el paro, sino eso que llaman el euribor, que es lo que aumenta el coste de las hipotecas. También han subido los precios de todo y la inflación duplica el objetivo previsto por los pésimos profetas gubernamentales.
¿Que tenemos que hacer ante tal profusión de acontecimientos catastróficos? En mi opinión, lo mismo que exigía el cartel de aquella sala de fiestas: «En caso de incendio, no alarmarse». Hay que tener en cuenta, aunque no nos salgan otras, que a ningún ser humano le han tocado tiempos propicios. De eso sólo se han quejado los contemporáneos, pero lo confirman los historiadores. Ni siquiera la belle epoque fue tan bonita para todos.
No debemos consentir que nos desanimen. «Buen corazón quebranta mala ventura», según Cervantes, que la echó mucho valor a su infortunada vida. Sobre todo, no podemos admitir que el miedo al futuro nos marque el presente, ahora que empiezan las grandes fiestas taurinas y estamos como quien dice en vísperas del Mundial de fútbol. Hay que aprender de aquel valeroso cateto que no se dejó intimidar por el predicador que llegó a su pueblo y explicó, con gran lujo de detalles, la topografía del infierno. «Si hay que ir, se va, pero no nos acojone», dijo al cura.
Quizá las salvaciones sean siempre individuales en nuestro país y por eso no hemos sido capaces de construir un pueblo cuyas aspiraciones sean unánimes. El caso, los múltiples casos, es que debemos cerrarle la puerta al abatimiento. Esperar lo peor acaso sea la única forma de no sentirse defraudado, pero es muy triste.