Mentes
Actualizado: GuardarTelecinco ha colocado en su viernes noche una notable serie americana: Mentes criminales, un relato policial de la Touchstone donde un equipo del Departamento de Análisis de la Conducta del FBI persigue el crimen desde la perspectiva de la psicología del criminal. Es un buen producto, bien organizado y bastante interesante en las descripciones psicológicas. Pronto veremos en Cuatro una aproximación semejante, esta vez de producción española: Génesis. Estamos ante un cambio importante en la narración de tema policial.
En esta evolución del género negro televisivo resulta muy llamativa la progresiva especialización de los relatos: tenemos forenses en CSI y Crossing Jordan, buscadores en Sin rastro, archiveros en Caso abierto, matemáticos en Numbers, psicólogos en Mentes criminales y Génesis. El aficionado tradicional ve estos alardes y se pregunta: ¿Pero dónde están los policías?
En España tenemos todavía al probo Castilla, de El comisario, pero el policía de toda la vida va quedando desplazado, como figura narrativa, en beneficio de esta pléyade de especialistas. Quedan muy atrás los modelos clásicos del detective (Colombo, Kojak), el abogado (Perry Mason), el sabueso privado (desde los pretelevisivos Holmes y Poirot hasta Hammer o Rockford), las comisarías como en Canción triste de Hill Street. Grosso modo, en esta evolución se observa un acentuado desplazamiento desde la persona hacia la técnica, la ciencia, el conocimiento.
Los nuevos investigadores comparecen ante el público armados con herramientas intelectuales estandarizadas -teorías psicológicas, física balística, patología forense- y útiles tecnológicos de enorme complejidad -veloces bases de datos, pruebas de ADN, etc.- que transmiten una impresión de enorme poder: el criminal no puede escapar. Al mismo tiempo, los retratos personales quedan enteramente subordinados al ámbito laboral: todos estos personajes -que, además, aparecen siempre en equipo- trabajan mil horas, su vida transcurre en la oficina o el laboratorio, la vida privada se convierte en algo problemático, en conflicto perpetuo con la familia o con la simple autonomía individual.
Enternece recordar situaciones como la del comisario MacMillan y su esposa, cuando Rock Hudson evaluaba el último crimen mientras desayunaba un hogareño zumo junto a Susan Saint James. Y aunque nadie descubrió nunca cómo era la señora Colombo, el fantasmal personaje era inseparable de aquella despeinada gabardina. Pero todo eso se acabó: ahora los héroes de la justicia, con sus microscopios y sus ordenadores, nos ofrecen la abnegada eficiencia de la técnica todopoderosa. Señal de los tiempos.