Un talismán contra el paro
Actualizado: GuardarMuchos on los sortilegios, exorcismos y talismanes que la humanidad ha probado a lo largo de la Historia para escapar a su impotencia frente a los poderes ocultos, las fuerzas del mal, los hados del destino. Vean ustedes los datos de la Encuesta de Población Activa, hecha pública ayer con una cifra de paro que vuelve a superar el 9 por ciento, y díganme qué hechicería tendremos que practicar para librarnos de ese mal de ojo, ese hechizo, ese maleficio. Entre los talismanes que se consideran más eficaces usados desde la antigüedad no están los que todos conocemos: la pata de conejo, la almendra de madera, la cuerda de un ahorcado. Están, en cambio, la piel de una serpiente, el colmillo de un lobo, los granos de trigo sembrados y no germinados. Para penetrar en el pensamiento ajeno hay que llevar una lagartija en el bolsillo, dentro de un frasco. Para conseguir la prosperidad hay que estar en contacto con una piedra de ágata negra al objeto de lograr que la vibración emitida contrarreste la negativa que flota en el ambiente.
Existe la curiosa creencia de que para que los talismanes surtan efecto no debemos comprarlos sino robarlos, encontrarlos casualmente o recibirlos como regalo. La superstición popular cuenta que la mandrágora que crecía donde se daba muerte a los condenados tenía el poder de encaminarnos hacia la riqueza y el éxito. Hoy se venden como rosquillas los Talismanes Cabalísticos de Altísimo Poder, hechos en pergamino, sellados y metidos en una funda de tela. Dicen que nos protegen de las situaciones difíciles en las que nos colocan personas negativas y de los ensañamientos de entidades y fuerzas ocultas. Tenemos que encontrar un talismán. O robarlo. O conseguir que alguien nos lo regale. Al menos mientras el éxito de una empresa se mida por esa ficción que se llama «crear valor» en vez de productos y servicios, y mientras los directivos mejor pagados sean los que garantizan la reducción de plantillas.