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«Estamos vendidos y si tú no te proteges, nadie lo hará»

Cuando llegaron a su casa, se encontraron con la puerta forzada y su ropa tirada por el suelo. Es el testimonio de una familia de los chalés de la Avenida

TEXTO: ALEJANDRO MARTÍN / FOTOS: JORGE GARRIDO / JEREZ
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Tres puertas blindadas, seis cristales antibala, todas las ventanas enrejadas y una alarma conectada a una central de una reconocida empresa de seguridad. Ninguna de estas medidas de seguridad amedrentó a la banda que asaltó este lujoso chalé situado cerca de la avenida Alcalde Álvaro Domecq. Tampoco la hora les asustó. A las diez de la noche del pasado domingo 26 de marzo, en plena resaca de la Motorada, saltaban la puerta de entrada, de casi tres metros de altura.

«Nos habíamos marchado todo el fin de semana por el ruido de las motos y sabían perfectamente que no estábamos en casa», recuerda la propietaria de la vivienda, que por razones de confidencialidad prefiere permanecer en el anonimato. «Pero a la hora que fue el robo, podíamos estar perfectamente de regreso», relata.

«Debieron ser varios; saltaron la puerta y mientras unos forzaban la reja de atrás, otro saltó como un gato por encima del porche para romper a martillazos la alarma», narra.

Las intenciones de los ladrones se cumplieron a medias por la falta de coordinación. Una vez forzada la reja de la puerta trasera, que conecta el jardín con el salón, los ladrones rompieron el cristal doble de la puerta antes de que su compinche destrozara la sirena de la alarma a martillazos. No contentos con esto, también se lanzaron a por una reja del sótano, que intentaron arrancar de la pared.

Esta descoordinación incidió en que el estruendo de la fractura del climalit, agravado por la alarma que saltó inmediatamente y que sonó unos segundos, no pasó desapercibido. Los

Un vecino escuchó el ruido del asalto y llamó a la Policía, que tardó unos minutos en acudir a la vivienda. «En ese rato, entraron en la casa y lo revolvieron todo: tiraron la ropa de los armarios, abrieron todos los cajones e incluso arrancaron un tapiz del cuarto de mi hija», recuerda visiblemente disgustada.

La llegada de la Policía ahuyentó a los malhechores, dejando tras de sí una casa destrozada pero sin llevarse ningún objeto de valor. A pesar de su aparente falta de destreza, no dejaron ninguna huella dactilar, ningún rastro. Sólo el ruido de un coche que esperaba en la puerta arrancando a toda velocidad.

Impotencia

La propietaria del chalé no alberga ninguna duda de la razón de tanto destrozo. «Todo fue para encontrar una caja fuerte, incluso llevaban un detector de metales, pero no se llevaron nada», agrega la propietaria.

A pesar de que tanto ella como su marido no echaron en falta ningún objeto de valor, nada le restituirá a esta familia la sensación de seguridad que sentían antes del asalto, después de que tan sólo la fortuna y la falta de destreza de los asaltantes impidieran que desvalijaran su vivienda.

«Ya no estamos cómodos en casa; antes incluso dormíamos con las puertas abiertas y ahora echamos la llave a todo», relata esta mujer, que agrega que se trata de «algo horrible; mi hija estuvo llorando porque no quería estar en un cuarto que hayan tocado esos asquerosos».

«Da mucha pena pero parece que vives en una cárcel en tu propia casa y no queremos vivir así», insiste la propietaria del chalé, que rechaza, sin embargo, de forma tajante mudarse. «Por ahora, no nos hemos planteado dejarlo», matiza.

Medidas

«Hemos pedido presupuesto para poner más medidas de seguridad», relata, a pesar de sus reticencias a vallar con espino el perímetro del jardín. «No quiero que mi casa se parezca a Puerto II», recalca.

Algunos vecinos de la zona están empezando a plantearse contratar a un vigilante privado que patrulle por la zona de chalés, tal y como ocurre en Vistahermosa y otras urbanizaciones aledañas de El Puerto.

«Lo hemos planteado entre algunos vecinos, pero en Vistahermosa saben perfectamente que el vigilante puede tardar veinte minutos en hacer la ronda de vigilancia y están asaltando casas todos los días», manifiesta. «Pero no podemos poner un vigilante jurado en cada casa», reconoce abiertamente antes de incidir amargamente que la seguridad que le blindan los poderes públicos no es suficiente. «Estamos vendidos, como tú no te protejas, no te protegerá nadie», concluye.