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SEÑORIAL Y ALEGRE. La Corredera tiene más de cuatro siglos .
Jerez

Vestida de naranjos y con palmeras en lontananza

General Torrijos, Blasco Ibáñez o Generalísimo Franco han sido otras denominaciones en sus más de 400 años de historia

TEXTO: DAVID FIDALGO / FOTOS: TAMARA SÁNCHEZ / JEREZ
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Dice Montero Galvache en su obra sobre los viales de Jerez que ésta, la Corredera, es «un largo apéndice de la plaza Arenal» y que concluye en la hermosa plaza de las Angustias.

El pescaíto frito es el aperitivo obligado para quienes dejan atrás el edificio de los sindicatos, ha dejado 'limpio' los cajeros del Santander o la Caja San Fernando y quieren enfrentarse a tan larga travesía. Es en los Tres Reyes, entres por donde entres, donde un periódico dura más que una película de Cantinflas. «Llegamos aquí cuando murió Franco», comenta Emilio García Gonzalo, el paciente camarero que ha visto miles de codos reposando sobre la barra fría de su bar en estos casi treinta años. «Creo que está abierto desde los años veinte. Se llamaba bar la Piña sino recuerdo mal. Por aquí han pasado gente de todos los colores. Quien entre aquí seguro que es buena gente, de eso no hay duda», afirma mientras observo un cuadro con tres fotos en el que reza; «el Rey de España, el rey del cante y el rey de San Telmo». Ustedes entienden. Chocos, pulpo a la gallega, la ensaladilla, la pelona -pescailla si escamas-, caracoles..., etc, todo regado con mucho vino fino.

Una vez bien puesto, la Corredera se hace más llevadera. Es señorial e ilustre en su principio y final, pero ante todo rebosa alegría en su corazón y en su gente.

La tienda de máquinas de coser -y cantar- Alfa sigue en pie. Yo al menos la he visto toda mi vida ahí. Es lo poco chulo, rancio de verdad y postfranquista que queda en esta ciudad. «Vamos a empezar dentro de poco la rehabilitación del local», comenta Lupe Moraga, su encargada durante los últimos quince años mientras atiende a una señora sorprendida por nuestra presencia. «Medio Jerez ha venido a esta tienda a aprender a bordar», asegura, y «a conocer el manejo de las máquinas», añade. Reacia a las fotos nos despedimos a la francesa.

Con el olor a pan recién hecho que llega desde la pastelería Los Reyes y echándole un vistazo a los nuevos comercios que allí se han instalado, nos dirijimos a la Carnicería-Charcutería Carlos. Desde 1982 ha sido y es el comercio en el que la calidad -aquí el dinero no tiene valor salvo el que le otorgamos- es constante y máxima de la casa.

Francisco García Bermúdez, su encargado, comenta mientras filetea un buen trozo de ternera retinta que el «centro de Jerez tiene su público. Es exigente en la selección del producto, del de categoría, sí es una tienda cara pero eso es lo que tiene la calidad, y quien viene a este lugar, que es de un poder adquisitivo alto, tiende a exigir precisamente eso. No suele mirar el precio». Le requerimos su opinión sobre el nuevo parking. Es una coincidencia entre la mayoría de los comerciantes al destacar las incesantes obras que esta calle sufre a lo largo del año: «Falta estabilidad comercial en esta calle», resalta Francisco. «Esta calle sufre un continuo castigo de remodelación. Parece a veces que es la única calle de Jerez, siempre está en obras y eso ha hecho que muchos negocios se pierdan. Con tanta vivienda en el extrarradio y más comercios la gente ha perdido el hábito de venir al centro. Esperamos que con el parking la cosa cambie, pero hasta el final del verano no veremos si tiene repercusión».

Los últimos en aterrizar en la Corredera son unos jóvenes hosteleros, Carlos Monje y Francisco Javier Más, que se han lanzado a la piscina en el difícil mundo de la empresa; máxime si se trata un bar.

«Que gente más grande y simpática para por aquí. Abrimos el pasado Miércoles Santo y en unos días esperamos tener la terracita para nuestros clientes», nos cuenta Francisco Javier Más, el encargado de Entre vinos y arte como si hubiesen pasado veinte años. Carlos Monje, su propietario, asegura que el lugar escogido es el «más indicado» -el 'nuevo' bar ocupa el lugar donde antaño se encontraba La Alegría desde 1935-. «Es un sitio muy emblemático para esta calle y esperamos hacerlo bien. Todo es nuevo, la rehabilitación ha sido completa y en un tiempo récord. Hasta el momento esta funcionando muy bien y lo poquito que ofrecemos es nuestra mejor tarjeta de presentación, no es sólo gente que va de paso, sino también trabajadores que vienen a tomarse un respiro y por supuesto los buenos amigos».

Nos echamos un cigarrito en el estanco de María José García. Una atractiva y afable mujer a quien le «encanta» esta calle. «Tiene su cosita, con sus naranjos, su luz... es la que más me gusta de Jerez. Además es por esta acera donde hay más tránsito de personas, quizás porque es la más comercial y por la parada de autobuses, entonces aquí entra todo el mundo». Para María José, el principal problema es el de los aparcacoches; «piden a todos los clientes, vengan en coche o a pie, y eso cansa». También hace incapié en lo beneficioso que puede resultar el nuevo parking, aunque no olvida que tanta obra «ha hecho mucho daño a los comercios. Ha tardado demasiado».

Es sólo una pequeña muestra de un amplio paisaje comercial y vecinal de esta calle histórica de nuestro Jerez.

Los apartamentos del edificio Doña Pepa, entre Castilla y Doña Felipa, es el fiel reflejo de la reforma inmobiliaria que han sufrido algunas de las viejas casas palaciegas de esta ronda jerezana.

Una tienda de productos de mimbre, bazares, una de dietética, joyerías y de complementos, completan la oferta comercial de la calle. Hace unos años se abrió un bulevar y un centro comercial que conecta esta vía con el Mercado de Abastos y el Teatro Villamarta.

General Torrijos, Cánovas del Castillo, Vicente Blasco Ibáñez o Generalísimo Franco producto de mimbre,-aún existe un rótulo muy bien escondidito-, han sido algunas de la denominaciones que esta calle, con tanta solera, han tenido en los últimos cuatrocientos años. Bulevar de naranjos con palmeras en lontananza, era la carrera, nunca mejor dicho, de jinetes y diligencias que partían de la ciudad con destino al norte.

Era por ello que la calle contaba con muchísimos mesones por mor de tanto viajero y también porque era la única forma de divertirse los de aquella época. Entre juego y juego, un vaso de vino.

Un paseo largo, interesante y fructífero que termina con una cervecita bien servida y bien frsquita en la terraza del bar Corredera mientras el tráfico rodado sigue siendo un dolor de cabeza para los peatones.