VUELTA DE HOJA

Creo que está bien

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Quince, veinte, veinticinco co-lumnistas o asimilados han escrito sobre la proposición del PSOE para garantizar «derechos fundamentales» a los simios. Algunos han hecho gracias más o me-nos fáciles y otros más o menos ingeniosas. El tema se presta, pero quizá haya que prestarle más atención. Ningún país más necesitado que España de considerar a los animales compañeros en la involuntaria aventura de vivir. Aquí seguimos ensogando al tótem ibérico y el otro día hubo heridos en Beas de Segura, por donde pasó San Juan de la Cruz mil gracias poéticas derramando. Sí.

Aquí continuamos ahorcando galgos que ya no pueden batir su propia marca de velocidad y tirando cabras desde los campanarios. Eremburg se dio cuenta de que somos un país de mucho cuidado cuando vio a un arriero aporreando a un pollino, al grito de «¿arre, burro!» La ferretería de las erres fue lo que más le alarmó.

Según testimonios fidedignos, pasé mi infancia en un pequeño y solar sitio llamado El jardín de los monos. Conocí personalmente al último. Los niños le daban caramelos, pero a veces envolvían en el dulce papel pequeñas piedras. El mono, de suyo amistoso, desarrolló una enorme mala leche ante los continuados timos. Al final de sus días se lo llevaron a no sé qué pueblo. Allí se la cascaba con admirable asiduidad. O sea, lo que Neruda dijo, más poéticamente, que «trenzaba un hilo interminablemente erótico». El alcalde le condenó a prisión «por ejecutar actos inmorales».

No sabía yo entonces la cantidad de genes que compartimos con los mandriles, pero empezaba a sospechar que le debemos respeto a todas las manifestaciones de vida, aunque no compartan con nosotros el don de la palabra. Está muy bien que se le reconozcan derechos. No se trata de humanizar a los monos, sino de humanizarnos nosotros.