Un prestigioso columnista de EE UU relata su propia agonía en una columna diaria
Actualizado:«Morir es fácil. Lo difícil es encontrar aparcamiento». Art Buchwald -premio Pulitzer, con más de ocho mil columnas satíricas y 30 libros a sus espaldas- se encuentra en la recta final de su vida ofreciendo una llamativa, comentada y meritoria lección sobre cómo afrontar la muerte con dignidad. En enero, por problemas vasculares, los médicos le tuvieron que amputar, por debajo de la rodilla, su pierna derecha. Y en febrero le insistieron en la necesidad de someterse a diálisis, tres veces por semana en sesiones de cinco horas, si no quería morirse en cuestión de semanas.
Ahí es donde el octogenario Buchwald se plantó. Rechazando la diálisis y convirtiendo el final de sus días en un largo adiós, acompañado por su familia, recibiendo a sus amigos y regalos de toda clase (desde condecoraciones a comida, el colesterol ya no importa), organizando los detalles de su funeral, dejándose entrevistar y contando su personal dilema en la columna que, pese a todo, continúa publicando en el Washington Post y otros cincuenta periódicos estadounidenses. Y todo con la ironía que le ha caracterizado desde que fuera contratado en París hace más de medio siglo por el New York Herald Tribune como cronista social.
Con un vestuario de vivos colores, nada a juego con la luctuosa ocasión pero que encaja perfectamente con la personalidad de este brillante judío no practicante, Buchwald bromea que ha logrado colocar a la muerte en lista de espera. Pero con la franqueza de un neoyorquino que pasó sus primeros años en un orfanato, ha aprovechado la ocasión para insistir a través de sus últimas colaboraciones en que sus lectores se molesten en redactar un testamento vital.
Confesiones
También ha reconocido que su decisión de rechazar la diálisis no ha sido precisamente fácil, invirtiendo una emocional semana para conseguir el respaldo de sus hijos.
Este veterano de la Segunda Guerra Mundial admite la frustración que le va a suponer no escuchar más óperas de Verdi.
Tiene también claro que le encantará perder de vista «la hipocresía de nuestro Gobierno, las mentiras de nuestros políticos y el deporte organizado». Y sin dejar de disfrutar de la primavera en Washington y una agonía no dolorosa, bastante más larga de lo que sus médicos le anticiparon el pasado febrero.