Batasuna, el discurso y la simetría
Actualizado: GuardarLos hermeneutas de la política y de la prensa hemos tenido que valorar con gran sutileza el gesto insólito de Batasuna de solidarizarse con las víctimas tras los atentados de este pasado fin de semana en Navarra y Vizcaya, considerados «muy graves» por esta organización ilegalizada. El desmarque de los radicales con respecto a los delincuentes que pretendían frustrar el alto el fuego ha sido explícito pero no lineal ni directo. Tenía recovecos y ángulos. E innegablemente guardaba plausibles concomitancias con la unanimidad que se ha registrado sobre la incompatibilidad entre esta clase de acciones y el llamado «proceso de paz». Desde el ministro del Interior, Rubalcaba, al secretario general de LAB, Díaz Usabiaga, la mayoría de los opinantes ha utilizado precisamente ese término, incompatibilidad.
Predomina la sensación de que existe un movimiento claro en la dirección adecuada, que, aunque ocasionalmente interrumpido por sobresaltos imprevisibles, tiene -parece- la fuerza suficiente para sobreponerse de momento a los obstáculos que puedan surgir. Expresado más gráficamente, podría decirse que en el entorno etarra, la tensión realista, que es la que tira hacia el desenlace pacífico del proceso, se sobrepone de momento a las viejas inercias. Lo que no quita que haya que resignarse a seguir conviviendo, en tanto se hace camino, con un discurso atosigante que tampoco es demasiado compatible con los tiempos nuevos que se presagian.
En efecto, los portavoces de Batasuna que marcaron el lunes la posición de la izquierda abertzale aderezaron su intervención con unas disquisiciones irritantes sobre la supuesta simetría del llamado proceso de paz: si ETA deja de delinquir, el Estado, en justa correspondencia, debería dejar de perseguir a los delincuentes y derogar la ley de partidos. No hace falta decir que semejante ilación argumental es inaceptable, y no sólo en lo tocante a las obligaciones inalienables del Estado de Derecho sino a la suerte de la mencionada ley: si Batasuna vuelve a ser legal con éste o con otro nombre, habrá debido ser porque ha renunciado expresamente a la violencia y se ha adaptado por tanto a las inobjetables exigencias de la norma que regula los partidos políticos, no porque ésta haya sido derogada.
El entorno de ETA es, como se sabe, complejo, y en él están desde los presos de la organización hasta sus activistas, pasando por las decenas de miles de simpatizantes que forman Batasuna. Parece, pues, hasta cierto punto explicable que quienes pilotan, al frente de este mundo, el aterrizaje en la democracia para abandonar la marginalidad e incorporarse al sistema, recurran a artimañas dialécticas para mitigar los chirridos internos de su propia organización, aplacar impaciencias, reducir frustraciones.
Todo esto es sin duda agobiante y produce un gran hartazgo, pero precisamente por ello quizá lo más recomendable sería hablar de política lo menos posible en tanto se desarrollan los acontecimientos. Con decir una sola vez, por ejemplo, que no habrá una 'mesa de partidos' extraparlamentaria porque cualquier cosa que pudiera negociarse antes de la desaparición de ETA sería una concesión a los terroristas es suficiente. Al fin y al cabo, lo importante es lograr el prodigio, la rendición de ETA sin decirlo y sin que los terroristas hayan de reconocerlo tan abruptamente.