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LOS PELIGROS

En bicicleta

MANUEL J. RUIZ TORRES/
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Se está realizando, durante estos días, un juicio contencioso sobre la supuesta ilegalidad de la supuesta vía ciclista trazada sobre la avenida Juan Carlos I de Cádiz. Naturalmente, corresponderá al juez declarar la legalidad o no del trazado y si éste puede ser considerado o no una vía ciclista, esto es, si está «específicamente acondicionada para el tráfico de ciclos». No voy, pues, a juzgar algo que alguien más cualificado va a hacer en pocos días. Pero la noticia sí permite opinar sobre su utilidad. El juicio ya ha conseguido que, a la vista de la última ley de Tráfico, dejemos de hablar de «carril bici», pues no forma parte de la calzada, sino más propiamente de una «acera bici», que es donde se sitúa.

Esa misma ley incorporó a su Anexo de Definiciones ese nuevo concepto que no aparece, sin embargo, en el posterior Reglamento General de Circulación que la desarrolla. Aquí, más bien, se incurre en una contradicción, al señalar que «la circulación de toda clase de vehículos en ningún caso deberá efectuarse por las aceras y demás zonas peatonales». Aunque es un principio jurídico que ninguna norma puede oponerse a otra de mayor rango, lo que la convertiría en nula, todavía muchas ordenanzas municipales, como las de Málaga o Barcelona, permiten circular bicicletas por las aceras, con límites de velocidad y condiciones de preferencia para el peatón.

Como se ve, suficientes contradicciones legales como para que el asunto lo deba resolver un juez. Si suponemos que una «acera bici», debidamente acondicionada, es una excepción a la prohibición de vehículos por las aceras, el que se construyan estos viales especiales debe ser motivo de satisfacción y seguridad no sólo para los ciclistas sino también para los peatones, que no verán así invadido su propio espacio. Parece lógico pensar que lo primero sea disponer que estén separados, para evitar daños. Porque igual que una bicicleta puede ser embestida por un coche puede, ella a su vez, arrollar a un peatón.

Una separación que debe defenderse en todos los casos: ¿Acaso está permitida la circulación, a veces a gran velocidad, de bicicletas por la acera del Paseo Marítimo?. Si las asociaciones de ciclistas denunciaran también este propio incumplimiento ganarían credibilidad y la simpatía de peatones. Compatible con su petición de itinerarios y redes ciclistas que permitan desplazarse de un lugar a otro de la ciudad. Eso no lo permite la actual «acera bici».

Con independencia de su escasa seguridad y mala señalización, lo peor de ese vial es su inutilidad, que no conduce a ninguna parte. Nace de la nada, en la rotonda de Zona Franca, para terminar en el final de la misma avenida, víctima del defecto de diseño de ésta, la falta de una buena conexión con el resto de la ciudad. No forma parte de ningún circuito. Se cree tan poco en su servicio que, cuando alguna obra ha interrumpido su trazado no se le ha buscado la posibilidad de un paso alternativo, como ocurre con otros cortes de calzadas y aceras. ¿Para qué?. Esa desconfianza hacia el uso de la bicicleta como transporte forma parte de nuestra cultura vial, tan escasa, y está en el mismo código, plagado de advertencias sobre las bicicletas.

Inservible como vía para desplazarse, tampoco se puede utilizar como paseo, especialmente por niños, aunque sólo fuera en un monótono ir y venir por la misma avenida, por sus numerosos cruces sin semáforo. Unos niños que, en otra contradicción, cuentan con un parque de educación vial, frente a la actual sede de Policía Local, para aprender a circular en bicicleta, pero que no pueden utilizar a partir de los doce años, condenados entonces a olvidar lo aprendido, debido a la falta de viales.

La alternativa del ocio en bicicleta no cuenta tampoco con sendas, segregadas del tráfico, por parques y jardines, ni se aprovecha el término municipal más allá de la zona de Cortadura para crear pistas de paseo. Desde la inauguración de la «acera bici» no se ha promocionado ninguno de estos usos, como si allí acabara el compromiso municipal, en las dos rayas pintadas en la acera. Un adorno. Eso es lo que parece.