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Realidad nacional

YOLANDA VALLEJO
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Celebraciones y flores al margen, los españoles leemos poco. Somos malos lectores, según dicen las estadísticas, aunque ya saben que a las estadísticas hay que mirarlas más bien de lejos, porque también dicen que los españoles vemos poco la tele y cuando la vemos elegimos los documentales de la segunda cadena -por eso la audiencia sube con el regreso de la Veneno, con Bienvenida Pérez y su madre y con la oscura sombra de Encarna Sánchez-; pero, como digo, a las estadísticas hay que ponerlas en cuarentena, sobre todo a las que dicen que los españoles utilizamos mucho las bibliotecas sin aclarar que las bibliotecas han venido a sustituir al videoclub de la esquina pero sin pagar, mientras los libros sirven para adornar las estanterías como aquellas enciclopedias por metro que adornaban los mueblebares de las salitas caseras antes de que la tele entrara por la puerta y los libros salieran por la ventana para no entrar más.

Las encuestas inciden en el hecho de que a los españoles que leen -recuerdo que son pocos- no les gustan los best-seller ni los novelones porque no son fieles a la realidad -¿no eran ficción las novelas?-, porque atentan a la construcción literaria -¿las novelas son puentes?-, y porque vienen precedidas de campañas de marketing que desvirtúan la pureza estética y que denotan que el autor tiene afán de lucro -¿Quevedo escribía para una oenegé?-. En fin... que aquí nadie ha leído a Dan Brown y por eso está en los primeros puestos de venta. Como lo de la tele y lo documentales, o los que nunca han votado al PP. Cosas de la realidad nacional o virtual ésta que tenemos y que antes se llamaba España.

La finalidad de la literatura no es que tengamos secretas comuniones ni sesudos encuentros desentrañando los secretos de una obra y descifrando qué quiso decir el autor en cada momento. A Cervantes no le haría gracia saber que ha pasado a la historia por el Quijote y no por La Galatea. El teatro daba de comer a un Lope de Vega que quería inmortalizar su poesía...

Si de lo que se trata es de que leamos, da igual que sea El Código Da Vinci o el código de circulación, Harry Potter o Platero y yo, porque el caso es leer, sacarle partido a esta habilidad humana que nos distingue de las bestias. Deleitarnos, entretenernos, emocionarnos, sufrir, reír, llorar con lo que escribe otro, con lo que imagina otro, sin remilgos, sin falsos pruritos intelectuales, sin prejuicios adquiridos en las solapas de los libros. Que no todo es bueno, que todo es mejorable, que hay cosas aburridas, que hay cosas insufribles, que no todo vale... como la vida misma.

A mí me gusta Dan Brown, a otros comerse una placenta con ajo y perejil. Hay gente rara, ¿qué le vamos a hacer!