Los fantasmas de la 'zona cero'
Casi cinco años después del 11-S, continúan apareciendo restos humanos en las inmediaciones de las Torres Gemelas
Actualizado:Lo llaman suelo sagrado, pero nada en su interior indica que lo sea. A simple vista, el gigantesco socavón de siete pisos de profundidad que queda en lo que fuese el World Trade Center está lleno de grúas, vigas y pasarelas de metal que no lo diferencian de una obra cualquiera, a no ser por las extraordinarias dimensiones: 6.5 hectáreas .
Una mirada más íntima revela que en estas nueve manzanas unidas por la tragedia arde una verdadera hoguera de intereses y vanidades. Los vecinos, que se niegan a vivir con un cementerio en el Bajo Manhattan. El Ayuntamiento, que quiere aprovechar esta segunda oportunidad para desarrollar la zona y acomodar una nueva atracción turística. Los inversores, decididos a recuperar su millón de metros cuadrados de oficina y 55.740 de tiendas. El gobernador, en busca de un legado histórico y, posiblemente, una medalla que lucir en la próxima campaña electoral, que algunos sitúan en la Casa Blanca. Y las familias, decididas a velar por la memoria de quienes, en muchos casos, ni siquiera tienen restos que velar.
«Me entristece profundamente ver este lugar vacío», reflexiona Nancy Oronson, cuya cuñada viajaba en el vuelo 11 de American Airlines que se estrelló contra la Torre Norte. Desde el Consejo de Dirección de la organización 'Familias del 11-S', la mujer lucha por ver algo construido en ese gran socavón que siente como una brecha abierta de la que aún siguen saliendo cadáveres, para horror de las 1.151 familias que nunca recibieron ni un fragmento que enterrar. Durante los nueve meses que duró la limpieza de la 'zona cero' sólo se encontraron 292 cuerpos, a los que no se les exigía más del 42% para ser considerados como tales.
Oronson fue una de los 1.306 familiares que recibió algún resto humano identificado con la ayuda del ADN, como parte de su ser querido. Tres, en realidad. Lo suficiente para un forzado funeral, pero no para evitar el escalofrío que le recorrió el cuerpo cuando el mes pasado se hizo público el descubrimiento de nuevos restos humanos en el tejado del Deutsche Bank, un edificio contiguo al World Trade Center que aún espera para ser demolido.
«Me horrorizó pensar que podía ser ella», confiesa Oronson. Muchas familias sintieron más que horror. Diane Horning, presidenta de la asociación 'Familias por un Entierro Digno', pasó a la indignación cuando supo que no era el primer hallazgo. Pese a que en los últimos meses han aparecido más de 500 fragmentos -algunos de apenas unos milímetros de diámetro y otros tan significativos como un cráneo- las autoridades no han organizado una búsqueda exhaustiva en los inmuebles colindantes. «No puede ser el único, el Ejército debería implicarse en revisar los tejados del resto de los edificios colindantes, los conductos de aire acondicionado, la ventilación y donde quiera que pueda haber algo. Es lo moralmente correcto».
El vertedero
El Deutsche Bank ha sido destripado planta por planta como fase previa a su demolición. «No quiero ni pensar en lo que se ha ido a la basura, porque si lo hiciera perdería la cabeza», confiesa Horning. En la basura están los restos de su hijo de 26 años, Matthew, que trabajaba en el piso 95 de la Torre Norte, la segunda en ser atacada y la primera en caer. «Pensaron que el vertedero era suficiente para mi hijo», dice con resentimiento. Sólo sabe que sobrevivió al impacto, porque de su 'beeper' salieron varias llamadas, la última seis minutos antes de que se derrumbara el edificio.
Su lucha es lograr que los minúsculos restos humanos que las autoridades desecharon en el vertedero de Fresh Kills, donde se llevó a cabo la expurgación de más de un millón de toneladas en escombros que salieron de la 'zona cero', sean trasladados al otro lado de la carretera, a una zona que no ha sido utilizada como basurero. Sin embargo, las autoridades tienen otros planes para ese terreno: un centro comercial.
«Son libres de usar a mi hijo cuando les conviene para empezar una guerra, para su campaña política, para ganar elecciones», se desahoga con rabia. «Es repugnante, lo llaman 'héroe', pero lo tiran a la basura. Es el máximo insulto, y viene de mi propio país», le tiembla la voz. «No entiendo cómo pueden dormir por las noches».