Pioneras y discriminadas
Una es conductora de camión, la otra, operaria de grúa. Son dos mujeres que eligieron una profesión tradicionalmente masculina donde no las aceptan
Actualizado: GuardarHan pasado ya por todo: comentarios obscenos, gestos de desdén, risas humillantes y menosprecio absoluto. No han cometido ningún delito, son simplemente dos mujeres pioneras que intentan salvar los muros con los que se chocan una y otra vez por elegir un trabajo que les apasiona con un inconveniente: son mujeres en un mundo tradicionalmente de hombres.
María José Alba tiene 28 años y le gusta leer. Desde siempre ha querido ser conductora de camión: «En mi familia hay varios conductores, como mi tío y mi padre». Desde hace apenas tres meses, es la primera y la única conductora de camión de Urbaser, la empresa concesionaria del servicio público de limpieza de calles de Jerez. Y ya puede escribir un libro de disparates y barbaridades con las cosas que ha tenido que oír en boca de sus compañeros, desde intentos frustrados para despedirla de la empresa por cualquier motivo absurdo hasta comentarios como el típico «dónde te han regalado el carnet» o «¿tu marido te deja trabajar entre tantos hombres?». También intentaron rebajar su categoría profesional de conductora a la de peón, aunque afortunadamente, no lo consiguieron.
Después de hacer todo lo posible para sacarse el permiso de camiones rígidos sin límite de peso en 2002 (lo obtuvo en un tiempo récord, un mes) se encontró con el primer obstáculo: ninguna empresa de transportes de la zona quería contratarla por el simple hecho de ser mujer. Cuatro años tuvieron que pasar hasta que Urbaser le hiciera un contrato por un año: «Los compañeros creían que la chica nueva era una marimacho y después todos preguntaban por quién era la niña y cómo era». A María José le encanta su profesión, a pesar de los pesares: «Subida en el camión, lo veo todo desde arriba y me siento importante». Se considera feminista «porque no puedo ser otra cosa: como no soy machista, es la única opción que me queda».
Falsedad e hipocresía
Oír hablar de paridad, de igualdad entre hombres y mujeres, de revolución femenina o del siglo de la mujer les suena a chiste: «No existe la igualdad. Tengo compañeros que no aceptan que una mujer conduzca el camión y que ellos sean los que vayan sentados a mi lado. Siempre me están dando indicaciones: cuidado con esto, gira ahora a la derecha, mira allí. Algunos son conductores como yo, otros no», explica María José. «Son muy falsos, hacen las cosas por detrás y luego me acabo enterando de todo. Me han llegado a decir que por qué no limpiaba yo misma la cabina de mi camión».
Josefina Moya es gruísta y ha decidido irse con su familia a Buenos Aires. No es broma: «Me voy allí a montar mi propia empresa con la condición de que todas las que trabajen sean mujeres». Josefina explica que «he elegido ese país en primer lugar porque es una república y porque es uno de los países donde hay más igualdad entre hombres y mujeres. Tengo dos hijas y quiero que cuando sean mayores puedan desempeñar su profesión con libertad». Es una mujer de mundo. Ha vivido en grandes ciudades como Barcelona, Madrid y fuera de España y «en Andalucía es diferente, incluso diría que hemos dado un paso atrás. Yo cuento lo que estoy pasando y no me creen».
«No es justo»
Se nota que Josefina tiene una vivencia que le duele especialmente: «Una de mis hijas se peleó con un niño del colegio porque el crío le decía que era mentira que yo fuera gruísta, que no podía ser. No es justo».
«Para una mujer es imperdonable que, como es nuestro caso, optar a una profesión que toda la vida ha sido de hombres y encima tener la poca vergüenza, según dicen ellos, de estar físicamente bien». Esa es la primera traba: «Ser guapa y gruísta o camionera es algo que no son capaces de aceptar los hombres».
Josefina lo ha vivido en sus propias carnes. De una de las obras en las que trabajó, tuvo que darse de baja por acoso: «Le tuve que parar los pies. En otro de los casos, me pagaban como si fuera un peón aunque trabajaba como gruísta. Tengo que batallar para que me cumplan mi convenio, juegan con nuestros derechos». Josefina asegura que de en las pocas obras en la que ha estado, sólo puede salvar una en la que el jefe se portó dignamente. «He conseguido empleos gracias a los sindicatos y a fuerza de ir a la obra a pedirlo todos los días».
Josefina Moya no se cansa de denunciar situaciones injustas: «He visto peones dirigiendo grúas, que pueden matar a alguien, mientras yo estaba en la puerta de la obra en paro. Que me digan que eso no es discriminarme por ser mujer».