Sólo un poco más cerca
El Cádiz empata con el Dépor, recorta un punto a sus rivales y está a dos del milagro Los amarillos remontan el gol de Iago merced a un tanto de Lobos de libre indirecto
Actualizado:El enfermo sigue vivo, y con visos de mejorar. Ya en sí es una magnífica noticia. Reanimado por la mediocridad de sus rivales, por el empuje de la afición y gracias al orgullo y fe de un equipo comprometido pese a la dificultad de la empresa. Por varias razones, entre las que no se incluyen méritos futbolísticos ni concentración suprema (vaya con el gol del Dépor).
La cuestión en sí es que el Cádiz tenía que ganar...y empató. Aún así, los tropiezos de sus compañeros de tropelías otorgan un valor añadido a un punto que se alcanzaba cuando estaba ya muy lejos, todo lo contrario de lo sucedido ante el Betis. El conjunto amarillo recorta distancia hasta con cinco escuadras que pierden fuelle y van cuesta abajo, incómodas en su acercar permanente al abismo y que ayer dejó una nueva víctima (Manolo Preciado). Varias notas positivas en un concierto que se acaba.
Las bazas amarillas siguen siendo la afición, ilusión y la preparación física, pero ¿serán suficientes? Las cuentas ya no salen tan exactas y el 40 mágico recula hasta el 39 que necesita del punto de Getafe y los triunfos obligados en casa.
Un despiste defensivo
Luego está el tema deportivo, en el que los errores evidentes continúan pasando factura hasta que se solucionan de prisa y corriendo en el descanso, con todo el perjuicio ocasionado. Resulta cansino reclamar la presencia de un medio centro pero también lo es mirar al banquillo y observar a Morán con cara de circunstancias. Otra. Roberto Suárez ayer no estaba para el partido y el partido no estaba para él, pues la meteorología propició que el Carranza hiciera honor al nombre de su barrio. La siguiente. Limia es un manojo de nervios y, como el asturiano: ni entiende a su defensa ni su defensa lo entiende a él (tampoco su afición). Y la última. Enrique, a menos que tenga la raza de Manel Estiarte, no puede intentar contínuamente entrar por una banda en la que el agua le llega por las rodillas. El extremeño y todo su equipo se empecinaron en penetrar por Tribuna y se olvidaron de un Jonathan desaparecido.
Son los lastres de un pésimo periodo inicial que estaría marcado por un error garrafal. Los futbolistas apenas habían roto a sudar cuando el Dépor se disponía a ejecutar un corner. Objetivos claros: Juanma, Coloccini, Arizmendi,... centímetros y centímetros de altura. Pero Caparrós apelaba a una estrategia típica de una liga local de aficionados. Víctor lo sacaba raso al punto de penalti, varios jugadores bloqueaban el paso de Pavoni y el pequeñísimo Iago sentenciaba libre de marca cruzándola al palo largo. Jarro de agua fría que los amarillos apechugaban con esperanza tras la remontada de Zaragoza.
De la mano de Lobos, el Cádiz adelantaba sus líneas pero en el temporal los gallegos nadaban con el viento a favor. Poco a poco, la reacción gaditana caía por su propio peso, la moral iba minándose ante la falta de argumentos sólidos y la confianza se reducía al balón parado o a alguna acción afortunada. El juego se enmarañaba y sólo las divertidas pifias de Limia y las patadas sin ton ni son mantenían la atención del respetable. Ninguna ocasión clara por parte de los cadistas, y los gallegos se salvan con un disparo de Víctor bien despejado por Limia.
Dos cambios, una mejoría
Espárrago reaccionaba regresando a la lógica dando entrada a Bezares por Suárez y colocando a Oli en la delantera, a ver si cazaba algún balón aéreo. Más por corazón que por disposiciones tácticas, el juego del equipo mejoraba y llevaba el susto a Molina tras sendos disparos de Varela desde la frontal. El mayor descaro (sobre todo de Vella, que casi le parten la cara de un trallazo) provocaba buenas contras de un Dépor que nota en exceso la baja de Munitis, y De Guzmán (en fuera de juego) y Manuel Pablo ponían a prueba los reflejos de un Limia que se crece en lo más difícil pero falla estrepitosamente en lo fácil.
El encuentro necesitaba algo, un detalle que lo pusiera a tres mil revoluciones. Y era De Guzmán quien ponía el picante al cometer una dura entrada que le suponía la segunda amarilla y la consiguiente expulsión. El Cádiz con un hombre más. Eso no asegura nada, ahí están los precedentes. Pero sí calentaba el ambiente y a unos futbolistas que pese a todo no encontraban el camino hacia la portería. Tendría que ser Manuel Pablo y Molina los que colgaran el letrero que indicase esa dirección. En una jugada tonta como pocas, el canario controlaba mal y el balón llegaba a los dominios de Molina. En lugar de despejar, la atajaba con las manos y daba pie para que el pésimo Lizondo Cortés pudiera apreciar cesión, puede que involuntaria pero la duda se hubiera evitado con un patadón del meta.
Entre una nube de futbolistas, rivales y propios, Lobos encontraba el hueco y de libre indirecto establecía la igualada. Tiempo por delante y otro jugador deportivista expulsado (Manuel Pablo). Pero una victoria hubiera sido demasiado: demasiado premio, demasiado fácil, demasiado poco sufrimiento. Los de Espárrago tendrán que reajustar sus cuentas porque todavía salen, y mientras haya posibilidades reales (no sólo matemáticas), el equipo ha de estar contento. Después de 38 jornadas todo se decidirá en un detalle, y el Cádiz debe estar en disposición de tenerlo al alcance de sus manos. Lo de Barcelona es un kit kat. Luego viene lo bueno.