OPINIÓN

Lobos, el elegido

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Después de varias semanas calificando de «finales» todos los partidos, el enfrentamiento contra el Zaragoza era un matchball en contra. Una derrota o un empate nos mandaban casi sin remedio a Segunda. Tras el gol de Savio y las ocasiones marradas por los maños, la cosa tenía muy mala pinta. Y a grandes males, grandes remedios. En esto apareció Lobos, atravesó a Álvaro y a Milito (quizás si le diésemos los dos potajes que todo el mundo recomienda no podría meterse en espacios tan estrechos) y forzó un penalti que él mismo se encargó de transformar. Supongo que muchos de ustedes estarán de acuerdo en que sin ese gol al filo del descanso, ahora estaríamos hablando de una historia distinta.

Pues no conforme con eso, en la segunda parte salió dispuesto a rematar la faena y cortarle las dos orejas y el rabo al descorazonado subcampeón de Copa del Rey. Y en asociación con Pavoni lo logró. No fueron noventa minutos para enmarcar los de Lucas Lobos, pero es que no hace falta jugar todo un partido bien para resolverlo. Como crack que es, le bastaron dos genialidades para conducir al Cádiz a la victoria.

En el partido más importante, cuando el Cádiz estaba al borde del abismo, tanto que si se asomaba mucho al precipicio podía saludar al Recre y al Nàstic que venían en sentido contrario, surgió el que tenía que surgir. Ese por el que hace sólo unos meses se pagaron casi dos millones de euros. Que para el Cádiz viene a ser como para el Barcelona o el Madrid pagar 60. Hasta ahora Lobos había dejado sólo destellos de clase. De mucha clase, pero sólo destellos. Faltaba que esa calidad se transformase en puntos. Cierto es que había marcado dos penaltis decisivos, que no es poco. Pero de un futbolista que venía como uno de los mejores jugadores de la liga argentina (cuna de jugones) había que esperar más. Debíamos exigir más. Y resucitó. Volvió a ser el jugador decisivo que era en Gimnasia.

Recuerdo ahora una frase de Andrés Montes, excepcional narrador de partidos de baloncesto sobre la insoportable grandeza de los genios del deporte refiriéndose a Michael Jordan. Final de la NBA, sexto partido, no recuerdo el año exacto pero debían ser finales de los 90.

Chicago Bulls - Utah Jazz. Último ataque del partido, si Jordan anotaba, ganaban el título. Evidentemente lo consiguió. Y Montes dijo algo así: «Los diez jugadores que estaban en la pista, los suplentes en el banquillo, los entrenadores, sus ayudantes, las 30 mil personas que estaban en las gradas, las animadoras y hasta los árbitros sabían quién se la iba a jugar. Y Jordan coge la pelota, se la juega y la mete». Ahora todos sabemos quién es el encargado de llevar al Cádiz a la tierra prometida. Y que nadie se líe, no es Jordan.