FARSA. Matthew McConaughey y Sarah Jessica Parker.
Cultura

Una América de postal

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Novia por contrato certifica la muerte de la comedia americana. No es cuestión de añorar a Billy Wilder, Frank Tashlin o Blake Edwards, pero si una nadería así lleva recaudados más de 80 millones de dólares en la taquilla yanqui después de situarse como la película más vista el fin de semana de su estreno, no cabe sino constatar el final de un género. Una única premisa argumental, lo que en el argot de los ejecutivos de Hollywood llaman tag line, sostiene esta nadería: ¿Qué tal si hacemos una comedia romántica sobre un tipo que a los 35 años todavía vive en casa con los padres, y éstos contratan a una chica para que le enamore y se lo lleve?

Estupendo. Matthew McConaughey borda los papeles de jeta encantador, y Sarah Jessica Parker puede repetir de comehombres con corazoncito, como en Sexo en Nueva York. En Estados Unidos les debe parecer risible convivir con los padres pasados los treinta, pero en España resulta una dolorosa realidad. Indigna asistir al modo de vida del protagonista -se autodefine broker náutico, vamos, que vende yates-, al que no vemos darle un palo al agua en todo el metraje. ¿Quién abandonaría una casa de catálogo de decoración y unos parajes de ensueño?

Novia por contrato vende un modo de vida que a algún alma incauta le puede hacer creer en esa América de postal. Los actores de Hollywood ya no viven en pisos, como Robert Redford y Jane Fonda en Descalzos por el parque. Qué decir de los secundarios que rodean a la pareja, habituales contrapuntos cómicos. La novia contratada comparte piso con una borde que suelta un sarcasmo tras otro. Cuántas películas recientes explotan el mismo estereotipo: la chica agresiva con los hombres que, en el fondo, anhela un príncipe azul. Más extrañeza producen los amigos del fornido McConaughey: pese a ser guapos, cachas y ricos, no se jaman un rosco.

Al mensaje conservador y la pacatería del estilizado enredo se une otro mal inherente a la última comedia americana: el empleo de gags físicos propios del cine mudo para provocar la risa del respetable. Novia por sorpresa incluye caídas, golpes y chistes a cuenta de diversos animales que la toman con el protagonista. La mordedura de un delfín y el boca a boca a un ruiseñor son momentos memorables de una farsa que trata a sus personajes -y, con ellos, al público- como si fueran adolescentes sin conocimiento de las relaciones humanas.