«Hay que boicotearlos»
Cientos de jerezanos se sumaron a la denuncia y dieron su particular toque de atención ante este desequilibrio
Actualizado:A las 10 de la mañana la cola para acceder al Mercado Agrario Transparente ya rodeaba varios lados de la plaza de las Angustias, y entre los que formaban la fila había desde señoras mayores cargadas de carritos de la compra («es que tengo nueve hijos y todos quieren bolsa», decía alguna) hasta a madres con los niños y muchos hombres a los que «la señora nos ha mandado a la compra».
Eso sí, la primera en recibir una bolsa de verduras a cambio de un euro con destino a fines benéficos fue la alcaldesa de la ciudad, Pilar Sánchez, que acompañada del delegado de Desarrollo Rural, Miguel Cabeza, quiso dar su apoyo a esta iniciativa a la que también acudieron los líderes sindicales.
Desde que comenzó el reparto, los miembros de COAG no pararon de llenar bolsas hasta después de las 13.30 horas y de lidiar con un sinfín de situaciones que casi siempre tenían como protagonistas a señoras que pretendían hacer la compra al gusto, pese a que desde el principio se les informaba de que las bolsas se irían llenando al azar.
Lo que sí quedó claro fue el mensaje, y así lo demostraba por ejemplo María, que afirmaba indignada que «no hay derecho a que estas criaturas se maten a trabajar en el campo para que luego no les paguen lo que les corresponde por sus productos» y que añadía que «todos los días paso un sofocón al comprar todas estas verduras que se salen del presupuesto».
José Antonio asentía a estas afirmaciones y apuntaba que «hace falta una ley que lograra reducir el tope de beneficios de los intermediarios». Luego fue más allá y comentó de forma tajante que «el problema viene de largo, porque con el euro nos engañaron. Nos han dolarizado con el redondeo, y aunque seguimos cobrando en pesetas pagamos todo en euros».
La iniciativa agradó a todos, tanto que Ramón instaba a los agricultores a que «pongan en marcha este tipo de iniciativas cada 24 horas para hacer un boicot a todos los que nos roban». En su opinión, «los grandes supermercados venden los productos a precios que no son razonables, pero los agricultores corran una porquería por todo su trabajo».
Una visita a cualquiera de estas superficies comerciales no deja lugar a dudas de las diferencias entre precios, y el escándolo alcanza no sólo al producto en fresco, sino a los transformados. Así, mientras un kilo de tomate cuesta unos 2,88 euros, un lata de apenas 400 gramos de este producto -y no de una marca principal- se va hasta los 0,55 euros. Lo mismo ocurre con los yogures, el queso o los zumos, por los que las empresas cobran cada vez más aunque estas compañías paguen cada vez más barata la materia prima.