La pregunta
Actualizado: GuardarLa característica más diáfana de la política andaluza es su previsibilidad. En lo bueno y en lo malo, pero especialmente en lo segundo. Y por concretar: la Ponencia de reforma estatutaria celebró ayer su última reunión sin que se produjeran cambios: PSOE e IUCA unidos por el acuerdo, y PP y PA nada unidos pero instalados en el desacuerdo frontal. Esperemos a que se consume el último acto, previsto para el próximo viernes, y comentemos, mientras tanto, otras cuestiones políticas más curiosas y/o atrayentes. Por ejemplo, la pincelada del presidente Rodríguez Zapatero sobre el preámbulo del nuevo Estatuto Andaluz que tienen acordado socialistas y coaligados de izquierda. El presidente de la nación está de acuerdo con «la realidad nacional» que define Andalucía como «nacionalidad histórica», según el texto aprobado a dos patas; una especie de ingeniería lingüística/geométrica de los padres socialistas en busca de un punto intermedio entre el muy famoso preámbulo catalán y lo que pretendía el amigo de IUCA.
Pero el morbo del pronunciamiento presidencial está en la pregunta que le formularon: «¿Apoya esa 'realidad nacional' que defendería la nacionalidad andaluza en el nuevo Estatuto andaluz o cree, como ha dicho Alfonso Guerra, que lo de la nacionalidad andaluza es considerado como un chiste por los andaluces».
Porque se puede tener la impresión de que últimamente el citado Alfonso Guerra dirige sus conocidos y celebrados dardos afilados contra determinados espacios del socialismo andaluz. De hecho, Luis Pizarro, número dos de la gerontocracia socialista andaluza, mostró el desacuerdo del socialismo andaluz sobre algunas de esas criticas del prócer sevillano sobre sus compañeros de partido. Que serán compañeros, por cierto, hasta el fin de los días del ilustre, pues no es de los que se bajan a mitad de trayecto, y otro rasgo del personaje: mide con mimo y precisión el alcance y el destino de sus críticas. O sea, nada de quemar las naves ni de abrirse las venas. Por todo ello, a este comentarista siempre le agradó muchísimo más como librero que como político. Palabra de honor.