El Pilar de un nuevo milagro
El Cádiz logra un gran triunfo en Zaragoza y se pone a una victoria de la salvación Lobos marca de penalti y cede el segundo gol a Pavoni ante un rival sin fuerzas
Actualizado:Dios, la providencia, Mahoma, el Pilar, Rosario, San Servando y San Germán, la fortuna, los astros... alguien o algo le ha concedido una segunda oportunidad a este Cádiz. Ha apartado la vista de sus inmensas limitaciones y ha volcado su mirada en el esfuerzo, la honestidad y la generosidad de un equipo que suda sangre en cada encuentro. Por esto, el submarino de los milagros está vivo, y desde las catacumbas comienza a resurgir para desgracia de quienes lo daban por muerto.
Las últimas jornadas han demostrado que ahora mismo el fútbol es sólo un matiz, un pequeño detalle sobrepasado por la emoción, el fanatismo y la ilusión que genera este deporte. Los de Espárrago maltratan el cuero, no son capaces de dar tres pases seguidos y les cuesta un mundo hilvanar una acción peligrosa. La desesperación por tal actitud aflora en las derrotas pero desaparece misteriosamente cuando llega algún triunfo heróico, como el de La Romareda. El ánimo manda.
Gestas pasadas
Ayer, el conjunto amarillo recordó al de aquella época de gloria. Necesitaba la victoria si quería seguir respirando, viviendo, soñando. Esa necesidad le inflingió a los futbolistas una dosis extra de motivación y energías, y rescató la casta olvidada de gigantes como Fleurquin o Roberto Suárez, rejuvenecidos en su tocado orgullo y amor propio. En ese doble pivote, denostado y criticado por su carencia absoluta de creatividad, se cimentaba la hazaña cadista en la capital zaragocista.
Ellos ponían la fuerza, y Lobos la maña en tierras aragonesas, de ahí que saliera ovacionado por la parroquia local pues al final es lo que vale. Los demás ponían su granito de arena para mover una montaña gracias a la fe.
Una fe que llevaba al cuadro gaditano a dominar los primeros minutos en un duelo marcado de principio a fin por la final copera. Los de Espárrago aprovechaban el ambiente enrarecido del coliseo blanco para imponerse a un rival nervioso y que, ante la alarmante falta de forma de Savio, únicamente tiraba de sus dos estiletes para crear peligro más por presencia que por relevancia.
Merced a una asfixiante presión arriba, el Cádiz robaba un balón pero la excelente jugada de Enrique la desbarataba César al despejar un disparo fuerte pero centrado. Luego Fleurquin cabeceó a la chapa de publicidad un córner botado por el extremeño. El partido se regía según lo estipulado en el guión, pero este es el Cádiz. Y por algo está tan abajo. En una falta lejana y sin aparente peligro, los amarillos permitían a su rival acercarse al área y el zurdazo de Savio hacía el resto. Tan desaparecido como acertado, el carioca aprovechaba la nula visión de Limia para inaugurar el marcador con un lanzamiento ajustado a la cepa del poste. La historia se repetía: buen planteamiento, ocasiones fallidas y un enemigo inmisericorde que hacía sangre en su primera llegada.
Bajada de brazos
El desastre es inevitable. Nada acompaña. Se pierden puntos en los últimos minutos, los bastiones del equipo se lesionan y el equipo que está enfrente no falla. El Cádiz baja los brazos. Y a punto está de irse a Segunda sin pena ni gloria. La sentencia de muerte la podía haber firmado el maquiavélico príncipe Diego Milito pero el balón le resbalaba en su cabellera y se alejaba de la portería. Poco después, Ewerthon metía demasiada vaselina y por fortuna no hacía daño, al igual que un Savio al que su primer trallazo le desviaba su punto de mira.
Veinte minutos tontos, tontísimos, que incomprensiblemente no pasaban factura. Más por orgullo que por otra cosa, y con un Espárrago indignado y resignado en el banquillo, el equipo se recomponía. Y sería Lobos quien lo metiera de nuevo en el partido. El argentino peleaba y bajaba un balón desde el cielo, se internaba en el área esquivando piernas contrarias y, con horchata en lugar de sangre, se reservaba el disparo hasta el final pero Milito truncaba su camino en falta. Penalti señalado por Pérez Lima, el árbitro del ascenso, el árbitro del Cádiz, que el genio de La Plata lo colaba engañando a César.
Conexión argentina
El empate era una señal. Pese a todo, los amarillos seguían vivos. Lo peor había pasado, lo mejor quedaba por llegar. Sin cambiar pieza alguna, la maquinaria gaditana ingresaba tras el descanso con un objetivo bien marcado: el triunfo. Lobos rebañaba de nuevo otra pelota, amagaba a Aranzabal y centraba a la corona del área. Ahí llegaba Pavoni, con el pecho, con el corazón, para bajarla y meter la pezuña lo suficiente para que todo Cádiz alcanzara el éxtasis. Golazo de Primera. Conexión argentina entre los dos pibes que están condenados a entenderse. La segunda remontada como visitante en toda la historia, y la segunda en La Romareda.
Y a dormir el choque. Dicen los expertos que lo difícil no es llegar sino mantenerse. Quedaba aguantar el resultado con más de 45 minutos por delante, ante un Zaragoza herido y una afición que no estaba dividida, pues su clamor era unánime en contra de Muñoz (Víctor, por supuesto). Pero del conjunto que goleó al Real Madrid sólo quedaban las migajas, ya se lo había comido casi enterito el Espanyol.
Los maños estaban fundidos físicamente y destrozados moralmente, fuera del partido y con el rumbo perdido. En esas, su técnico volcaba la nave con tres cambios inexplicables, más bien para mantener una renta que no existía que para dar la vuelta a la tortilla. La provocación encontraba respuesta en la grada del viento, y entre tanto no ocurría nada sobre el césped. Lo mejor que podía pasar. Dos faltas a las nubes serían lo único reseñable.
El reloj desmenuzaba el último cuarto de hora y reaparecían los viejos fantasmas de los minutos finales, así que Espárrago tiraba de Oli (que estuvo más tiempo en el suelo), Morán y Berizzo. La ventaja se mantenía pero Generelo, olvidando a su antepasado cadista, se reservaba el último susto que despejaba Limia con apuros. Jadeando y sufriendo, los síntomas indiscutibles de que hay vida, queda aliento. Los rivales están a tiro de victoria. La Pilarica ayudó. Santiago tiene que echar el cable ahora que llegan sus paisanos de Galicia. Ante el Deportivo de la Coruña hay que ganar para seguir vivo. Nada cambia.