'Pelao al ritmo del Fary'
Actualizado: GuardarReconozco que si fuera por mí el mundo de la peluquería estaría aún en la Edad Media...Habría evolucionado menos que el PP, lo confieso.
El otro día leí en La Voz un magnífico reportaje de Mabel Caballero en el que contaba que una peluquera, bueno, una cosa más evolucionada todavía, una estilista de Cádiz había invitado a su salón de belleza a un Dj, un pinchadiscos dicho en muy antiguo, que animaba el cotarro con unos meneos y con música tipo house mientras su equipo daba mechas a las clientas y clientes.
Confieso que la palabra mechar es la única que me gusta de la peluquería del siglo XXI, aunque también diré que cuando quiero una buena mechada no voy a mi barbero, acudo más bien al Bar Nebraska y le pido un bocadillito de esos que te ponen allí con un trozo de carne y una magnífica salsa colorá. En el pelo no me hace nada... pero el estómago me lo deja más a gusto que un capillita con un chaqué.
Pero me cuenta mi hermana que ella ha experimentado en este complejo campo y sí se ha mechado el pelo, aunque no lo hizo a ritmo de música house.
Su peluquera se conforma con ponerle el secador, que es como el horno pero en peluquería y en pocas horas le puso la melena como de color Melanie Griffith.
Me ha gustado a mí lo de los estilistas con música, lo de la peluquería con espectáculo y la imaginación de esta empresaria para atraer clientes a su negocio.
La verdad es que hace falta animar la cosa porque me cuentan que ahora en la peluquería te puedes pegar varias horas y es verdad porque lo de mechar siempre se ha hecho a fuego lento.
Me parece muy bien lo del DJ, porque lo de poner en medio del salón una olla de menudo para animar a la clientela no pega en un ambiente tan chic.
Siento que mi peluquero no pueda avivar su imaginación conmigo. Siempre le digo lo mismo, quítame los rizos y estoy listo en menos de una canción de El Fary. La verdad es que nunca le he pedido una mechada y no me imagino yo con los rulos puestos.
Hoy voy a confesar aquí, en este recuadro en el que parece que siempre estoy asomado al balcón, una cosa íntima.
Una vez, paseando por la calle Nueva sentí la tentación de entrar en la barbería y pedirle al hombre aquel del baby blanco a media pierna que me diera un pelao a ritmo de Estrellita Castro.
¿Será esto una perversión?