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De la Encina

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Dicen que Casto tenía castaña. El inspector médico detenido por la trama de informes falsos tenía mala fama a la hora de dictaminar el grado de invalidez de quienes pasaban por su despacho, lo que al parecer no le ocurría si había dinero de por medio. Es por ello por lo que más de uno se ha alegrado de que haya dado con sus huesos en la cárcel. El SAS ha asegurado que la media de expedientes que resolvía Casto al año era similar a la del resto de sus compañeros de la Unidad de Valoración. Pero si tenemos en cuenta que una parte de estos informes eran favorables porque los afectados pagaban por conseguir la invalidez, lo lógico es pensar que Casto estaba por debajo de la media, es decir, que concedía menos bajas que los demás. De ahí su fama de duro.

Todavía recuerdo cuando hace unos años Salvador de la Encina trajo a Cádiz a Rodríguez Zapatero, cuando éste era sólo un diputado de León que competía con dos pesos pesados del PSOE -Rosa Díez y Almunia- para hacerse con la secretaría general del partido. Nadie apostaba un duro por ese tímido candidato de ojos verdes que apenas congregó en la sede de la calle Parlamento a unos cuantos militantes curiosos y a algún que otro medio de comunicación que atendió la llamada del diputado gaditano y entrevistó a quien años después se convertiría en el presidente del Gobierno. Pocos en Cádiz apoyaban a Zapatero, pero Salvador de la Encina supo ver más allá que sus compañeros de partido en la provincia y confió en su candidato pese a que en esos momentos sólo era caballo perdedor. Por eso, ahora no es de extrañar que el jefe del Ejecutivo quiera recompensar a De la Encina y lo baraje como posible director general de la Guardia Civil, cargo también merecido por su dilatada labor como diputado en pro de la provincia de Cádiz.