LA PARIHUELA

mi compañero

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Llegó el momento de la despedida. Han sido días en los que hemos compartido juntos innumerables sensaciones. Los dos sabíamos que nuestra estrecha amistad tenía los días contados, pero durante toda una semana he dependido de ti.

Llegastes a mis manos estrenando olor a imprenta, con tu corazón de papel terso. Pero ahora, al final de nuestro recorrido te muestras arrugado como un abuelo, como si tu vida se limitara a los siete días que hemos estado juntos y has envejecido con el paso de los días.

Ahora que tu misión ha terminado, no me limitaré a arrojarte a la papelera. Te enterraré en la caja de cartón donde guardaré todos los recuerdos de esta primavera. Junto a ti, encerraré otros como tú para que engorden mi colección de nostalgias, pero cuando pasen algunos años y me tope contigo de nuevo entre recortes amarillentos de periódicos y estampas de imágenes, tu deterioro me recordará que tú fuiste mi Lazarillo: las páginas que guiaron mis pasos en el recorrido frenético por la ciudad.

Has sido más que una sucesión de páginas con horarios, callejeros y fotografías. Has protegido mis ojos del sol cuando el contraluz me impedía ver los bordados de un palio, me he sentado sobre ti cuando el cansancio me hacía buscar un escalón callejero donde reposar mis pies, incluso me has proporcionado hasta aire cuando las interminables hileras de capirotes hacían más sofocante el calor de la espera al mediodía y me has servido para cerrar momentáneamente mis ojos sin que se me notara, a lo largo de la madrugada.

Has soportado, en el bolsillo de mi chaqueta, empujones y apretones de las bullas y gracias a ti he llegado puntual a la cita con el micrófono.

Sin ti, querido amigo, hubiera sido imposible haber vivido muchos de los momentos que harán inigualables esta semana. En tus páginas quedarán depositados los recuerdos imborrables que me han deparado estos últimos días. Ahora llegó el momento del descanso, amigo itinerario.