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El Viernes Santo empañó una Semana Santa vibrante en todos los sentidos

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Resumir en una escasa columna la Semana Santa que acaba de terminar sería una quimera. Sin duda, la aparición de la lluvia el último día de la semana aguó, nunca mejor dicho, la que venía siendo la mejor Semana Santa de los últimos años.

Se ha notado un aumento considerable de los cortejos, o lo que es mejor aún, un ascenso en la calidad de los mismos que disimulan el escaso número de participantes que algunas cofradías tienen. Sobresaliente por tanto las direcciones de cofradía en conjunto, con un cuidado ajuste de horarios y una organización excelente de los cortejos.

Han destacado los costaleros, que han puesto todo el cariño y el sentimiento que se les exije. La Cena un año más fue el espejo donde mirarse, pero otros pasos no le fueron a la zaga. Sobre todo, se ha visto una gran mejora en el andar de los pasos de silencio, que ha permitido a las cofradías entrar a su hora en la mayoría de las ocasiones.

Los palcos han estado llenos todos los días, a excepción de la Madrugá, que pese al esfuerzo de los poderes públicos ha sido tan sucia e insegura como la de años anteriores. La solución no parece estar cercana, y ya muchas cofradías han optado por variar sus propios recorridos sin respuesta positiva por parte de la ciudadanía.

Y por supuesto, el agua. O mejor dicho, su ausencia. Esa ha sido la nota más destacada de la Semana Mayor. Anteriores años pocas hermandades pudieron hacer estación de penitencia, por lo que en general estamos satisfechos porque nada más que un día se mojó. Pero la aparición de la lluvia dejó de nuevo al descubierto las carencias de muchos dirigentes de nuestras cofradías, que en un sinsentido, sacaron sus cofradías a la calle sin hacer caso de partes meteorológicos, poniendo en riesgo evidente el patrimonio cultural de la hermandad, y lo que es más importante, el humano, con una impresionante mojá el Viernes Santo por la noche.

En cualquier caso, aplaudir la valentía de las hermandades que se quisieron echar a la calle, y la sabiduría de las que vieron imposible realizar con dignidad su Estación de Penitencia a la santa Iglesia Catedral.