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ÁNGEL LARROQUE. 'Rapaces comiendo', en la colección BBK.
Cultura

La otra ruta del arte

Varias empresas tienen acuerdos con museos y prestan algunas de sus obras, pero contemplar las colecciones en su totalidad es casi imposible

TEXTO: CÉSAR COCA
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Buena parte de los cuadros, esculturas, piezas de artes decorativas diversas e instalaciones propiedad de empresas y fundaciones están en lugares a los que no pueden llegar los aficionados. Es cierto que eso sucede también con numerosos museos: el del Prado, por poner sólo un ejemplo. Sin embargo, hay una diferencia esencial: los museos tienen espacios acondicionados para conservar esas obras de forma indefinida, mientras que a las empresas el almacenamiento de materiales tan ajenos a su actividad mercantil les causa algunos problemas.

De entrada, no es que algunas piezas no estén a la vista del público. Es que no están en España. Sucede con la colección de Tubacex, que en buena parte se encuentra fuera del país. En cambio, Iberdrola tiene unas cuantas de sus piezas más significativas al aire libre, lo que obliga a los aficionados a desplazamientos más complejos de lo habitual: es el caso de la entrada a la caverna de la central de Aldeadávila (Salamanca). Dos piezas también de gran porte, esculpidas por Venancio Blanco, se hallan en la central de Valdecañas (Cáceres).

Pese a que su colección es relativamente reducida, Iberdrola tiene repartidas otras piezas por diferentes sedes, y dentro de éstas unas cuantas se encuentran en los despachos. Los retratos de sus sucesivos presidentes de la sociedad están en la sala de reuniones del consejo de administración. Los aficionados no pueden acceder a la contemplación de esas obras. El material de conservación más difícil es el formado por las películas en distinto formato, que van desde la época del cine mudo, hasta la actualidad. Están depositadas en la Filmoteca Nacional, y lo que se guarda en la sede central de la firma son copias.

En salas de reuniones

En situación relativamente parecida están las obras propiedad de entidades como Caja Madrid y BBK. En los dos casos, cuando no se encuentran cedidas para exposiciones, los cuadros cuelgan en las paredes de dependencias de ambas entidades, ya sean despachos, salas de reuniones u otras estancias nobles de las sedes principales.

No es así en todos los casos. Algunas empresas han habilitado espacios para que el público pueda admirar las obras que tienen instaladas de forma permanente en sus sedes. La Caixa dispone de una sala (Caixaforum), abierta a los aficionados. Sólo las obras que no forman parte de ninguna exposición temporal en un museo o en esa sala están en almacenes especiales. Endesa no tiene sala propia, pero sus obras están depositadas en el museo de Teruel, donde forman el embrión de lo que dentro de unos años será su sección de arte contemporáneo. El Santander ha creado su propio museo: en una sala en la ciudad del grupo en Boadilla del Monte (Madrid), se exhibirán de manera permanente 158 obras, entre las que están la mayoría de sus joyas.

Telefónica apenas tiene obras de su colección instaladas en sus sedes. Hasta hace un lustro mantenía acuerdos con el Reina Sofía, el IVAM de Valencia y el Macba de Barcelona, y la mayor parte de la misma estaba depositada en esos centros. Ahora la colección rota por numerosos museos, y la intención de la sociedad es tenerla parada el menor tiempo posible.

Altadis tiene un sistema establecido de cita previa para que los aficionados puedan contemplar las obras de su colección que, salvo cuando han sido cedidas para alguna exposición temporal, están instaladas en sus sedes de Madrid y París.

Más dispersa aún está la colección del BBVA. Las mejores piezas están repartidas entre los edificios más notables de la entidad: los dos de la Gran Vía bilbaína y Azca, la calle Alcalá y el palacio de Marqués de Salamanca (los goyas, un murillo), en Madrid.