El intenso viento no consiguió deslucir la profundidad de la ‘Noche de Jesús’
Actualizado:El viento fue el principal protagonista de una Madrugá enorme. Como siempre, el Santo Crucifijo de la Salud fue el primero en plantar su Cruz de Guía en la Carrera Oficial, con un ligero adelanto sobre el horario previsto, en un detalle más de la perfecta organización de esta cofradía en la calle.
Antes, a las dos menos cuarto, se hizo el silencio en la plaza León XIII. El Santo Crucifijo, plantado en los medios de la nave de la parroquia de San Miguel, esperaba impaciente a su cita con Jerez. Dos golpes de palermo, un martillazo y el Santo Crucifijo estaba en la calle. Un martinete rompió el silencio de la noche, mientras que la cofradía avanzaba por una oscura y misteriosa calle Santa Cecilia, llena de gente expectantes por ver qué les ofrecía este año la cofradía de negro por excelencia de la ciudad.
Tras él, mandada por Antonio García Falla, salió María Santísima de la Encarnación en su hermoso paso de palio. El vaivén de las bambalinas era el único sonido de la noche, en la única ocasión que tuvieron los cofrades de San Miguel de disfrutar de su estación de penitencia.
Porque tras ese momento, el viento por un lado, y el griterío mezclado con alcohol acompañó hasta bien entrada la Tornería a la cofradía del Silencio. Su paso por la plaza del Arenal fue una demostración de penitencia, con unos nazarenos indiferentes al ruido y a la movida que les acompañaba. Fue sin duda un ejemplo de como hacer las cosas, de saber estar en tiempos de despropósitos.
Pero no fue la única que supo hacer las cosas. Porque la Madrugá sin la Esperanza no sería la Madrugá. Envuelta en el calor de su barrio, y a escasos días de que sea restaurada, la Esperanza volvió a convertirse en la ‘reina de la noche’, en la Señora de las esperanzas, de los rezos y de las necesidades de cuantos quisieron salir a su encuentro. Poco importó que no pudiera apenas levantar al cielo, o que el viento afeara la candelería de su coqueto paso de palio, porque Ella lo llenó todo en una noche infernal.
Precediéndola, el Señor de la Sentencia se llevaba la mayoría de los aplausos de la noche. Es una cuadrilla consolidada, con un equipo de dirección más que destacado, que comanda Miguel Jaén, un capataz de los de siempre, pero con toda la vida por delante. Los continuos cambios en su andar conjuntado con la agrupación musical de la Sentencia (una joya que tenemos en Jerez y que aún no valoramos lo suficiente), jalonaban a los que se arremolinaban a su paso.
Son estas dos las cofradías que en la actualidad más destacan, quizá porque son las que están más de actualidad, pero la Madrugá en Jerez siempre se ha conocido como la Noche de Jesús. Y sólo hay una imagen en la ciudad a la que no haga falta ponerle más calificativos que su propio nombre, a la Hermandad de Jesús Nazareno.
La agrupación musical San Juan fue la encargada de abrir el cortejo de mujeres de esta señera cofradía. Es de las pocas hermandades que mantienen la costumbre de que a la Cruz de Guía la preceda una banda que anuncie la llegada de su imagen titular. Marquillo fue el primero en asomar por el patio de San Juan de Letrán, desatando las pasiones contenidas hasta ese momento. Tras él, Nuestra Madre y Señora del Traspaso en su paso de palio engalanó con su presencia las palmeras de la Alameda Cristina.
El jerezanismo de esta cofradía es palpable en cada detalle, en cada historia de la propia cofradía. Y por supuesto, en su acompañamiento musical, ambos de la ciudad. Una de los tesoros que aún conservamos y que nunca deberíamos perder, el de la hermandad de Jesús Nazareno.
Desde San Francisco, y con el estreno de Martín Gómez como capataz del paso del Señor, las Cinco Llagas salió buscando el barrio de San Pedro, entre el silencio y la meditación de los que se acercaron a los aledaños de la plaza de Abastos. Cuna de devociones, la Hermandad de San Francisco busca recuperar un esplendor perdido que le lleve de nuevo a los primeros puestos en los gustos de los cofrades de la ciudad, que nunca han olvidado que la Esperanza se envuelve en rojo y verde cuando sale de San Francisco.
Y como colofón de una jornada inolvidable, la continua lucha de la Hermandad del Perdón por mantenerse firme en sus creencias dentro de la Madrugá, y la saeta como único sonido de la Buena Muerte, dos cofradías que en cada rincón de su recorrido evocaron sentimientos y sensaciones de alto calado. Conocida es la recogía del crucificado de Castillo Lastrucci cuando enfila la calle Ancha, y una tras otra, las saetas salen de las gargantas afiladas de los gitanos de Santiago, en una emotiva despedida hasta dentro de un año al Cristo de sus pasiones. Una Madrugá intensa, pero deslucida por el viento. Una Madrugá que volvió a reivindicarse como la gran protagonista de la Semana Santa, y que por encima de todo, se convirtió en un día de devociones intensas.