Un periodista del 'New York Post', envuelto en una trama de extorsión por favorecer a famosos Explicaciones y distinciones
Actualizado:La Página Seis del New York Post -el principal diario de Rupert Murdoch en Estados Unidos- estaba considerada hasta ahora como el patrón oro de uno de los contenidos periodísticos con mayor demanda y audiencia: el cotilleo. Para las protagonistas de la serie Sexo en Nueva York resultaba de lectura casi obligada con el fin de seguir la pista de sus promiscuos y famosillos galanes. Para el resto de los mortales, era una forma de acercarse a la hoguera de las vanidades de la Gran Manzana y contemplar sus inagotables rescoldos de chismorreo.
Hasta la semana pasada, Jared Paul Stern era uno de los colaboradores encargados de alimentar esa famosa crónica de sociedad iniciada en 1977 y que en parte ha ayudado a convertir el New York Post en una referencia inevitable con una circulación de 700.000 ejemplares. Pero en virtud de un formidable embrollo de extorsión, indiscretas grabaciones y reputaciones en cuestión, Stern a sus 35 años se ha convertido a su pesar en el protagonista de un escándalo investigado por el FBI que está sirviendo para arrojar algo de luz sobre la cuestionable trastienda de este tipo de periodismo que parece operar al margen de nociones deontológicas.
Por 220.000 dólares
Jared Paul Stern, pluma tan corrosiva como ascendente en el género de la crónica rosa neoyorquina hasta ser suspendido la semana pasada de forma cautelar, se encuentra bajo la sospecha de haber intentado extorsionar al multimillonario Ronald Burkle para que no aparecieran informaciones denigrantes en la Página Seis. Según estos manejos, documentados por el magnate californiano con ayuda de dos vídeos subrepticios, Stern habría exigido la atractiva cantidad de 220.000 dólares (unos 180.000 euros) a cambio de mimar periodísticamente a su víctima durante un año.
El problema de este escándalo ha sido su proyección ya que Stern, a la hora de justificar sus manejos, habría llegado a explicar al millonario que otras celebridades tenían por costumbre «intercambiar favores» con los periodistas de la Página Seis para recibir cobertura benevolente. Entre estas figuras estarían Harvey Weinstein, el cofundador de los legendarios estudios Miramax, así como Ronald Perelman, presidente de la conocida firma de productos cosméticos Revlon.
Costosos regalos
La sospecha de periodistas de la crónica rosa vendidos al mejor postor -amplificada por el venerable New York Times y el competidor New York Daily News- ha servido como rampa de lanzamiento de toda clase de reproches éticos que no serían tolerados a otros profesionales especializados en otro tipo de información.
Destacándose la existencia de un continuo trasiego de costosos regalos, viajes, comidas y demás lujos, mucho más propios de una relación de negocios que informativa.
Además, el escándalo presenta una capa adicional de intriga porque el millonario presuntamente extorsionado, Ronald Burkle, aspira a expandir su negocio de supermercados comprando doce grandes periódicos de la cadena Knight Ridder. Además de estar luchando por mantener en secreto los detalles de su reciente divorcio. Si Burkle -amiguísimo de Bill Clinton y propietario de un Boeing 757- termina por adquirir esos diarios es de esperar que tendrá una muy especial sensibilidad hacia todos los asuntos relacionados con la ética de sus periodistas y la privacidad de los famosos. A pesar de los vídeos comprometedores y los correos electrónicos encontrados sobre cómo ingresar el dinero demandado en su cuenta personal, el periodista Jared Paul Stern se ha declarado inocente. Según Stern, el dinero en cuestión estaría relacionado con una legítima inversión en una empresa de ropa.
Reprochando no haber recibido la solidaridad de sus colegas y considerándose víctima de una manipulación. A juicio del periodista, «si uno escribe una columna de cotilleo no debe ser obligado a cumplir con los mismos estándares que cuando se informa de la guerra en Irak».