Fallo de motor
Actualizado:Durante todo lo que llevamos de temporada -e incluso antes de empezarla- tanto el entrenador, Víctor Espárrago, como los componentes de la plantilla que ya tenían alguna experiencia en Primera, han repetido hasta la saciedad que, en esta categoría, es necesario mantener la concentración durante todos los segundos que dura cada partido: «el menor despiste -explicaban- puede suponer un gol en contra y, sobre todo, la pérdida irrecuperable de puntos». A pesar de estas sabias advertencias, nuestro aguerrido, sufridor y sacrificado equipo ha perdido o empatado unos partidos que, al menos por su entrega, podría haberlos ganado. Y es que por muy aprendida que esté la teoría, no siempre es fácil llevarla a la práctica. Los críticos afirman resueltamente que a algunos partidos les han sobrado minutos mientras que otros, por el contrario, expresan su profunda convicción de que, si se hubiera prolongado el tiempo, se podrían haber corregido determinados errores. Nosotros opinamos que los excesos y los defectos de este equipo hemos de situarlos, más que en el tiempo, en el espacio: en esa zona ancha del campo en la que se abortan las jugadas de los equipos contrarios y en la que se crean las del conjunto propio. A lo largo de la temporada hemos podido comprobar cómo, a la línea media, le han sobrado recursos defensivos y le han faltado procedimientos creativos. Esta carencia, denostada de manera reiterada, constituye una de las claves de las 'fatiguitas' que ha padecido la defensa y la explicación, al menos parcial, de la ineficacia ofensiva de los delanteros. Recordemos la cantidad de veces que Enrique, Sesma, Estoyanoff, Medina u Oli se ven obligados a iniciar las jugadas excesivamente lejos de la meta rival. Es cierto que este Cádiz ha puesto de manifiesto su decidida voluntad de volar alto pero, una y otra vez, nos demuestra que carece de un imprescindible y potente motor. Estamos de acuerdo en que, aunque la vela sigue ardiendo, la cera es ya demasiado escasa.