AISLADOS. Las promotoras han comenzado a construir los pisos junto al negocio.
CÁDIZ

Un pequeño entre gigantes

Talleres Ferrocarril lucha en los tribunales contra las promotoras inmobiliarias para mantener su negocio junto al antiguo cine Brunete

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Francisco Ramírez Ortiz es uno de los pocos gaditanos a los que el soterramiento sólo le ha provocado perjuicios. El propietario de Talleres Ferrocarril se dedica a la reparación de vehículos desde hace más de 35 años, pero la ubicación de sus instalaciones, en una zona privilegiada de la ciudad, sólo le ha traído inconvenientes.

Antiguamente, su negocio colindaba con el cine Brunete y como éste era un cine de verano y estaba al aire libre, los pequeños se subían a su tejado para poder ver de forma gratuita la proyección de la película, causando destrozos de todo tipo. «Recuerdo que una de las veces se cayó un chaval y tuvieron que venir hasta los bomberos a rescatarlo», comenta con añoranza Francisco.

Sin embargo, éstas han quedado en cuestiones sin importancia con el paso del tiempo ya que la transformación urbanística de la ciudad ha supuesto un gran varapalo para su negocio, pues según afirma el propietario, «desde que comenzaron las obras para el soterramiento del tren hemos perdido más del 50% de las ventas, una situación por la que nos hemos visto obligados a reducir la plantilla de una empresa que es familiar».

Las obras nunca han terminado para el inquilino de estas naves, ya que cuando acaban unos trabajos comienzan otros, y así llevan más de cinco años. Después de soportar el soterramiento del tren, Francisco se vio obligado a firmar un documento por el que se comprometía a abandonar las actuales instalaciones a cambio de un local en la calle Jimena de la Frontera, junto a la Zona Franca. Este acuerdo daba vía libre a las promotoras inmobiliarias de la ciudad, que enseguida comenzaron a hacer sus planes con el solar, donde está prevista la construcción de viviendas a precios incalculables. Mientras tanto, Talleres Ferrocarril ha quedado completamente aislado entre rejas y matorrales, junto a la Avenida Juan Carlos I, y a los habituales problemas de mal acondicionamiento del local se une ahora la mala imagen que produce en la clientela en abandono del entorno.

Por todos estos motivos, además de otros problemas derivados de la construcción del nuevo local en la Zona Franca, el propietario del negocio ha decidido dar marcha atrás y resistir en el lugar donde ha desarrollado gran parte de su vida durante los últimos 35 años. De este modo, serán los Tribunales de Justicia los que decidan cuándo y en qué condiciones tendrá que desalojar unas instalaciones serán reemplazadas por cientos de pisos en un futuro muy próximo. «Es una lucha desagradable porque es algo que tengo en la cabeza y de lo que me acuerdo todos los días cuando entro por la puerta pero es lo único que me queda, defenderme judicialmente», apunta este pequeño empresario gaditano.

Mientras transcurra el litigio, Francisco Ramírez tendrá que seguir al frente de su negocio, en lo que él llama «Guantánamo», hasta que los jueces den su veredicto y Talleres Ferrocarril recupere su esplendor.