La crisis que nunca existió
Actualizado: GuardarZapatero no ha hecho la crisis de Gobierno que esperaban los ciudadanos: la sustitución de los hombres y mujeres de su equipo que no habían respondido a las expectativas y suponían un lastre con el que no debía presentarse a las próximas elecciones. Tampoco ha hecho la que presumían los políticos: la de llevar al Consejo de Ministros a algún hombre clave del nacionalismo catalán para afrontar el doble reto de cambiar el apoyo de ERC por el de CiU en el Congreso y hacer lo posible para que Artur Mas lograra la presidencia de la Generalidad con el apoyo del PSOE: esa apuesta era prematura y podía suponer la escisión del PSC, algo que asumirá en su día porque su prioridad no es el palacio de Sant Jordi sino el de la Moncloa. La crisis que ha hecho Zapatero ha sido la que necesitaba para llevar al ejecutivo a Pérez Rubalcaba. No para agradecerle los servicios prestados, porque para hacerlo hubiera tenido que nombrarle vicepresidente político y Portavoz del Gobierno, sino para someterlo al desgaste de la cartera de Interior. Es la forma de acotar su poder en el partido y evitar que pueda un día ser un candidato alternativo a la secretaría general, que el propio Zapatero ostenta tras el paréntesis de Almunia en cuya candidatura iba el propio Rubalcaba. El presidente del Gobierno ya no lo necesitaba como Portavoz parlamentario.
Lo colocó allí y no en el Gobierno porque precisaba un hombre inteligente, hábil y buen negociador, protagonista de la Ley de Partidos, el pacto antiterrorista y la estrategia electoral, que lograra poner orden en las filas socialistas y desarrollar en la sombra las reformas educativas, el Estatuto de Cataluña y las leyes más conflictivas que han pasado por el Parlamento. Ahora necesita a alguien que cargue sobre sus espaldas el peso de las negociaciones con ETA. Por eso su elección no gusta en el PP. Porque, lógicamente, se acabó el entendimiento Zapatero-Rajoy. Rubalcaba se sacrifica para llevar a Zapatero a la Historia.