De la oscuridad al reflejo de la modernidad
Esta céntrica vía de la ciudad se recupera después de años de abandono y vive un resurgir comercial
Actualizado:Todas las calles son un reflejo de los que viven en ella y de los comercios que las surcan, pero en el caso de la calle Francos esa relación no sólo ha sido fiel a lo largo del tiempo, sino que además se ha convertido en la herramienta para la recuperación de un entorno abandonado y oscuro que hoy en día vive su particular renacimiento y que es cada vez más el reflejo del otro Jerez, el más alternativo y moderno.
Para los vecinos de la zona no hay ninguna duda: esta calle histórica que sirve de enlace de dos núcleos tan importantes como el entorno de la plaza Plateros y de la Asunción con Santiago empieza a resurgir de un infierno en el que las drogas y las casas abandonadas la convirtieron en un lugar poco recomendable pese a su buena ubicación.
Así lo explicaba Leonarda Rodríguez, que lleva más de 40 años viviendo en esta calle y que asegura que «cada vez se parece más a lo que era antes, cuando vivía tanta gente en ella y había negocios que atraían a los jerezanos».
La droga, la venta de heroína sobre todo, hizo muchos estragos y provocó que muchos jerezanos evitaran siquiera acercarse por esta zona. Poco a poco, la zona de los comerciantes, donde antigüamente lucían las antorchas en decenas de tiendas de los mercaderes, se fue quedando sola y deshabitada. Fue un proceso gradual que hizo mucho daño a esta zona.
Sin embargo, el punto de inflexión que llevó al declive de esta calle hace casi una década lo sitúan muchos en el cierre de la oficina de la Caja San Fernando que se ubica en la esquina de calle Francos con Compañía, «que hizo que dejara de venir la gente y que provocó que muchas tiendas tuvieran que desaparecer para siempre».
También hizo mucho daño el cierre de la Escuela de Turismo, que se encontraba en el edificio que hoy alberga al Serjil en la Plaza Compañía, y que al barrio una vida que desde su desaparición no ha vuelto a tener. Hasta ahora.
Y es que lo cierto es que la rehabilitación de la calle Francos ha comenzado a andar y ya parece imparable. Ahora, donde antes sólo había rincones desiertos y mucha soledad hay cada vez más vida, y no cualquiera, sino esa que todos en Jerez vienen a definir como alternativa.
Uno de los primeros en ver el potencial de esta calle -que debe su nombre precisamente a los comerciantes que llegaron del barrio de Sevilla del mismo nombre y que comenzaron a abrir franquicias de sus negocios en la ciudad de Jerez- fue Luis García-Pelayo, propietario del bar Damajuana, un enclave que se ha convertido en centro de la vida cultural de todos aquellos que buscan un lugar de encuentro donde poder tomar una copa a ritmo de jazz o blues.
Los que no conozcan este lugar, algo que parece increíble, se quedarán maravillados cuando descubran que el Damajuana está enclavado en una antigua casa palaciega de finales del siglo XVI y principios del XVII -donde los escudos del magnífico patio recuerdan a antiguos propietarios- que heredó la familia de Luis y en el que un palmero de Lola Flores, Pepe Tabajete, llegó a tener una lechería.
Luis todavía se acuerda de cuando empezó a montar las primeras barras y a servir bebidas en la Semana Santa de 1991, conviviendo con el negocio de la leche y los gatos que pululaban por la zona.
Fue en 1996 cuando este bar nació como hoy lo conocemos, y en estos diez años ha puesto muchos granos de arena para revitalizar y atraer a visitantes a esta zona pese a que muchos auguraban un fracaso a su aventura. «Todos me decían que era una locura, y que no debía gastarme el dinero en arreglar todo esto porque esta zona estaba muerta, pero quise convertir este lugar en un sitio de referencia».
Es por eso que la mente de Luis no descansa, y ya está manos a la obra para montar una sala de exposiciones y un vinacoteca. Eso sin olvidar que en el mismo palacio el hermano de Luis, José Manuel, ha montado un estudio de grabación en el que han grabado sus discos grupos como Los Delinqüentes y que se ha convertido también en una referencia del mundillo musical de la ciudad.
Fue el primero en apostar por esta zona cero, y le han seguido muchos otros comerciantes que han detectado que la zona está cambiando y que la rehabilitación de las antiguas casas señoriales -que se convierten en apartamentos- va a atraer a muchos a vivir a la calle.
De esta forma, los muchos turistas que se pasean por esta calle cámara de fotos en mano -y algún jerezano despistado que hace tiempo no pasaba por allí- descubrirán que muchos de los negocios que se han instalado en la zona están dirigidos a ese nuevo público.
Desde la entrada de la calle por la plaza Plateros -donde una plaza recuerda que la primera tertulia de la ciudad de la que se tiene noticia se celebraba allí- hay una tienda de objetos hechos con cáñamo y promotora de un nuevo estilo de vida, de «otro rollito», como explicaba una de las dependientes de Cañamoon, Raquel Matres. Los propietarios de este establecimiento ya detectaron hace tiempo que «algo se movía en la calle Francos».
Lo mismo les ocurrió a los socios de la tienda Scholopendra, para los amantes del tatuaje, y que se inauguró en enero de 2005. Uno de sus dueños, Luisma Grande, reconoce que «hace unos años yo me daba la vuelta en esta calle por lo que pudiera pasar», pero añade que «es una calle céntrica que tenía que ir a mejor y recuperar su pasado».
Sólo necesitaron preguntar a los dueños y a la gente que vivía en la zona, que les dijeron que se estaban rehabilitando casas y que iban a adaptarse muchos locales comerciales. Y se lanzaron al agua. «Los empresarios hemos apostado por esta calle y la vamos a levantar», destacó Luisma.
Otros ejemplos de esta vidilla es la inauguración de la tienda de Intermón, de una tienda de decoración egipcia, y algunos locales que están por abrir.
Esta sangre nueva ha sido bien acogida por los que llevan años viviendo en la zona o con negocios por los que han pasado generaciones de jerezanos. Como ocurre en Electricidad Quirós, cuyo propietario recuerda que lleva más de 30 años en Francos y que confía en que «la calle vuelva a florecer».
Pese a todo, José Fernández Quirós quiso refrescar la memoria y apuntó que «siempre ha habido comercios en esta calle, como los antiguos negocios de los judíos, pero pocos han ido bien porque siempre ha sido un lugar de paso donde no podían entrar los coches». Sobre los años oscuros, quita hierro y afirma que «sitios malos hay en todas partes». En su tienda se conjugan los nuevos clientes con aquellos sacados de otra época que siguen llevándole viejos electrodomésticos para arreglar.
También lleva casi toda la vida en la zona José Ravelo, por cuya tienda de deportes han pasado «casi todos los niños de Jerez», y que además vive en la misma calle. Para él, «la Ciudad del Flamenco puede suponer una época dorada para esta zona, que puede llegar a convertirse en un lugar de paso para los aficionados y para el turismo». «Es una calle que tiene mucho futuro», finalizó.