Una vía de pasado noble con el alma dividida
Mientras el comercio aún resiste entre San Francisco y Antonio López, en el resto predomina el uso residencial
Actualizado:Gracias a la gracia de sus paisanos, de Isabel La Católica se conoce tanto su escasa afición al agua y al jabón como sus conquistas territoriales a mayor gloria de eso que luego devino España. Hoy casi todas las ciudades españolas tienen una calle consagrada a la reina y Cádiz no es una excepción.
La vía -que conecta la plaza de San Francisco con la Alameda- es una calle señorial, llena de placas que testimonian quienes fueron sus vecinos ilustres, como José María Pemán o Carlos Fernández Shaw, que curiosamente, nacieron en la misma casa.
Isabel La Católica tiene dos tramos bien diferenciados, separados por esa frontera invisible que es la calle Antonio López. Desde ahí hasta San Francisco hay una cierta actividad comercial: la peluquería del número 5, el negocio de internet e informática Enred@2 (en el número 3) o la mercería de Carmen Pastrana, que dentro de poco, cerrará sus puertas. Carmen lleva en ese local 25 años despachando botones, cremalleras, ovillos de lana y otra curiosa mercancía. Su marido, que prefiere no salir en la foto, asegura que esta es la mejor calle de Cádiz. «Lo dice porque él es de San Carlos», interviene su mujer. Ambos viven con pena en estos últimos momentos de su negocio. «La rentabilidad es poca, porque lo que se vende suele ser muy barato y hay que tener un gran capital para montar una mercería», comenta.
Al que no le va mal es al propietario de la tienda de ultramarinos, Jacinto Vilacastilla. Él no se queja de la movida nocturna, en parte, como reconoce, «porque le proporcionan bastantes ingresos». «Todo el mundo tiene derecho a divertirse; el que puede se va al restaurante El Faro a cenar y el que no, tendrá que ir por la calle», agrega. La tienda, que antes pertenecía a Luis del Álamo Sáez, abrió sus puertas en 1952, aunque Jacinto lleva poco tiempo regentándola.
Pero Jacinto es casi el único que no está en contra de la afluencia de jóvenes los fines de semana. Una vecina que vuelve de hacer la compra corrobora las molestias que arrecian de jueves a domingo. En su casa, en el número 9, «rompieron la cerradura, reventaron la puerta en Carnaval y convirtieron el pasillo de la entrada en un urinario público». En otros locales, las visitas nocturnas se saldan también con cristales rotos y otros destrozos varios.
El otro tramo de Isabel La Católica tiene un carácter más residencial, con la excepción del taller de moda de Teresa Torres y Javier Corsario, en el número 18, y de la barbería Rafael, cuyo propietario es José María García López. «Yo llevo aquí desde 1964, desde que tenía trece años y medio», cuenta. Su padre Rafael, también era barbero, al igual que su abuelo materno. De ahí que José María conozca el oficio y eche mano de sus conocimientos a la hora de explicar los tres colores que adornan la entrada: «Antes el barbero era el médico malo y el galeno, el bueno. El color rojo era por la sangre; el azul por las venas y el blanco, por la pureza y la limpieza». José María siente añoranza por el cambio que ha dado Isabel La Católica. Más allá de los arreglos en el pavimento, echa de menos algunas cosas que forman parte del pasado de la ciudad: la comisaría del número 13, las oficinas de la Transatlántica en el 3, la casa de acogida de niños que tenía el Auxilio Social en el número 11 (donde hoy está el Archivo Municipal) y otros detalles que ha barrido el tiempo.
Las casas tampoco son lo que eran. Basta con echar un vistazo para darse cuenta de que las fincas sufren la misma enfermedad que padecen el resto: el expolio. Por descuido, por ignorancia, por comodidad o desidia han ido desapareciendo los azulejos originales, los suelos antiguos, las aldabas, las vigas... Algunos de estos elementos aún se conservan y de hecho, hay patios en un estado aceptable, como el del citado Archivo Municipal.
Sin embargo, la nueva noticia es que en los últimos tiempos han comenzado varias rehabilitaciones de edificios y locales comerciales, como en el número 13, donde se está reformando el edificio para que se convierta en sede de la Consejería de Economía y Hacienda. Con un considerable retraso -la obra tenía que haber estado acabada en noviembre de 2002- el edificio proporcionará algo de movimiento a la zona. También en el número 24, donde estaba el laboratorio de prótesis dental Dorsa, los obreros trabajan en la reforma del local. Se trata de insuflar sangre nueva en esta histórica arteria señorial de la ciudad.