LA COLUMNA

Italia después de Berlusconi

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A lgo tiene que tener un país que ha sobrevivido a cincuenta Gobiernos diferentes desde el final de la II Guerra Mundial y, en particular, al de Silvio Berlusconir, que se ha mantenido cinco años en el poder promoviendo leyes en su propio beneficio, paralizando la acción de los jueces en veinte acciones penales contra él, y entre una clase política y empresarial que ocupa el primer lugar en Europa en los índices de percepción ciudadana de la corrupción.

Los indicadores económicos oficiales de Italia son desastrosos, pese a haber sido maquillados para que el país pudiera asumir los compromisos que llevarían a la implantación del euro. El último informe del Instituto Nacional de Estadística Italiano acaba de revelar que el crecimiento del país fue nulo en el 2005, tras dos trimestres de recesión, dos años de crecimiento inferior al 0,5 por ciento y con una inflación del 2,1 por ciento. Perdieron su empleo 102.000 trabajadores. La inversión privada cayó el 0,1 por ciento. El consumo creció apenas un 0,1 por ciento. La deuda pública supera el 106 por ciento del PIB. El déficit público está en el un 4,1 por ciento del PIB. Como está lejos del 3, como máximo, impuesto por la UE, Italia tendrá que regularizar sus cuentas antes de 2007 para no sufrir sanciones. Los Indicadores Líquidos Avanzados (ILC), un instrumento que utiliza la OCDE para medir las expectativas y las tendencias, basado en 159 datos sobre la actividad económica revela, además, que Italia está en el nivel más bajo de los 23 países de la Organización, con un caída de tres décimas en enero. Ese algo, que explica cómo el país ha podido llegar a esta situación después de haber logrado ser la séptima potencia industrial del mundo es la habilidad de los italianos para mantener oculta un 27 por ciento de su actividad económica. La esperanza de mantener esa anómala situación de la economía sumergida es la única razón por la que los italianos podrían mantener en el poder a Berlusconi.