El partido del Papa
Actualizado: GuardarHace menos de un año que leí una entrevista con el presidente del Senado italiano, Marcello Pera, donde hablaba con su interlocutor, José Manuel de Prada, del relativismo moral y las excelencias dogmáticas de Benedicto XVI. Siguiendo la estrategia neoconservadora de los jinetes de la Casablanca, planteaba la necesidad de defender a ultranza los valores occidentales frente a lo que el creía una guerra de civilizaciones tras los atentados del 11-S. El Papa y la fe cristiana custodiaban mejor que nadie esos valores que en su lucha encarnizada contra Occidente eran el principal objetivo a destruir de «nuestros enemigos». El mapa de batalla estaba claro desde hace muchos siglos, y como vaticinó Aznar tras haber analizado concienzudamente la historia, los orígenes de este nuevo terrorismo se remontan al año 711, cuando los musulmanes cruzaron la línea del Guadalete.
El profesor Pera se mostraba especialmente duro en aquella entrevista con los intelectuales que, como Chomski o Saramago, no se contentaban con el fácil aserto de «islamismo frente a cristiandad», sino que buscaban una explicación más global, en la que la ostentación de Occidente y su desdén por los pueblos más débiles tuviesen también algo que ver. Decía que eso era síntoma de culpabilidad y alertaba paradójicamente a la izquierda de estar perdiendo sus férreas ideas fundamentadas en sólidos valores. Lo que son las cosas: antes la llamaban totalitaria y ahora la desprecian por tolerante, como en España, que los propios acosadores de Felipe González, ahora lo echan de menos frente al díscolo Zapatero.
Pera era radical en sus tiempos, pero ahora quiere fundar el Partido del Papa, apoyado por el santo colegio cardenalicio, las asociaciones de familias cristianas y el propio Belusconi, que ve en él un aliado en la lucha contra el comunismo que, según él, espera agazapado en la sombra de Italia para dar el zarpazo a toda Europa. El Partido del Papa o como se vaya a llamar se apoya en la teorías de Ratzinger y condena al darwinismo que invade nuestras escuelas, está dispuesto a volver a colgar el crucifijo en las aulas, a abolir las ideas iluministas que tanto daño nos hacen en nombre de la razón y a implantar una sociedad teoconservadora, es decir, donde Dios, que no la Teo -no sé lo que es peor- la conduzca y gobierne. ¿No suena esto un poco a los regímenes islámicos de los ayatolás? ¿No concuerda esta ley con la de los talibanes? ¿Choque de civilizaciones o convenio entre aquellos que se erigen en representantes de la voz divina para avivar el conflicto de los pueblos y afianzar su poder político y económico a través del miedo? Apoyarse en el papado a estas alturas para hacer política es, cuando menos, bochornoso. Y que el propio Papa apoye la propuesta es descaradamente una regresión manipulada. Si Berlusconi está contra las cuerdas, que se vaya a Marbella a reclutar mercenarios para su ejército y deje en paz a la Guardia Suiza.