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Editorial

Desafío persistente

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El anuncio del «alto el fuego permanente» por parte de ETA ha abierto un período de esperanza para la sociedad vasca y el conjunto de la española ante lo que podría ser un paso decisivo hacia el fin de décadas de terrorismo. Un tiempo tan prometedor como complejo que, frente a los criterios de la izquierda abertzale y otras opciones nacionalistas, exige más que nunca la afirmación del Estado de Derecho, cuya firmeza ha sido clave en que la banda terrorista admita su derrota. Pero desde que se conoció el «alto el fuego», las formaciones ilegalizadas de la izquierda abertzale no sólo no han remitido en sus desafíos, soslayando resoluciones judiciales y echando un pulso permanente a las instituciones, sino que los han incrementado, como si la proclama de ETA hubiera dejado automáticamente en suspenso la legalidad y si se hubiera producido una claudicación democrática que debería traducirse en una vía libre para la puesta en marcha de su proyecto. Y la realidad es que todo el marco jurídico, todas las instituciones y todas las estructuras del Estado se encuentran sólidamente asentadas y ni deben ni pueden desmontarse por motivos de oportunidad política y mucho menos por presión. Sólo existen dos caminos para que las formaciones de la izquierda abertzale accedan a la legalidad y ninguno de ellos admite atajos. O bien ETA abandona definitivamente las armas y se disuelve o bien la izquierda abertzale condena la violencia y se separa expresamente de la banda terrorista. Ante su desafío persistente, el Estado de Derecho no tiene otra opción que aplicar sus leyes y hacer cumplir sus sentencias. Cuanto más tarde en comprenderlo Batasuna, más tarde reconocerá la derrota de su estrategia y más tarde emprenderá su proceso de normalización.

Frente a esta irrealidad, la decisión del juez de la Audiencia Nacional Grande-Marlaska de suspender el acto convocado por Batasuna para el próximo domingo en el Kursaal de San Sebastián, en coherencia con su decisión del pasado 17 de enero de ampliar por dos años más la suspensión de actividades, sólo puede interpretarse desde la lógica de la autoridad judicial y de la independencia de poderes. Percutir continuamente contra cualquier resolución, manifestar una insumisión rupturista contra todo pronunciamiento que frene sus aspiraciones no contribuye a ese clima de futuro del que Batasuna dice participar. Mientras no acate la superioridad de la democracia, la izquierda abertzale seguirá condenándose a la marginalidad.