CANDIDATOS. Para participar en la película como extra había que responder a un perfil muy concreto.
Cultura

Todos quieren estar cerca de La Faraona

Jerez acoge el 'casting' para seleccionar 60 figurantes del filme sobre Lola Flores

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La Lola no se fue precisamente a los puertos, sino que anduvo rodando por Madrid y Segovia, en un Villamarta falso, reinventado para la ocasión. Pronto volverá a su tierra, para ser niña temperamental y adolescente artista, de la mano de Macarena Ramírez y Gala Évora. Lo que el director Miguel Hermoso llama «el espíritu de Lola», ese tronío genial, tan difícil de definir, porque «no es cante, ni baile, sino todo eso y mu-cho más», sigue ejerciendo sobre los jerezanos un magnetismo intenso, muy particular.

De otra manera, no se explica que una hora antes de que, ayer, comenzara el casting de extras para figurar en la película que llevará la vida de La Faraona al cine, la cola de aspirantes alcanzara los cien metros.

Señoras de abrigo largo, padeciendo el calor de la media tarde, estudiantas joviales, con do-ble capa de pintura de ojos, payos artificialmente agitanados para la ocasión, gitanos ra-ciales, presumiendo de tez y ta-tuajes, jubilados ociosos preguntando por «el regalo» del final de la cola, niñas pequeñas, inmigrantes, y hasta un japonés que ponía cara de no entender muy bien de qué iba la cosa y soltaba de vez en cuando un «ole» muy sentido.

La productora buscaba sesenta personas para figuración normal (gente de calle), y para otra especial: presos, milicianos, falangistas y aristócratas, entre otros. La nómina no salvará a nadie de la penuria, pero «eso es lo de menos», dice Marta Ri-vas, morena prototípica, de las de Julio Romero de Torres, que hace cola porque «he hecho teatro, canto un poquito, y siempre he tenido el gusanillo de actuar y verme en pantalla».

La mayoría de los aspirantes se ha movido por pura curiosidad. «Llevamos ya tiempo oyendo hablar de la película de Lola Flores, y en internet vimos que se podía ser extra en el filme, así que aquí hemos venido un grupo de admiradoras de la Faraona, para estar con ella, aunque sea en el cine, porque ¿quién no quiere estar cerca de Lola?», explica Nazaret López, 35 años, portavoz improvisada de un grupo de vecinas a las que «el rodaje importa poco, pero pagaríamos por ver cómo va a ser Lola Flores en el cine antes del estreno, antes que el resto de la gente».

Teodoro Molina acude al casting con «unos compis de Senda», un programa de apoyo y recuperación social que trabaja con jóvenes «con dificultades». Luce aros pirata y piercing de lustre en el labio, pero sabe que «me los tendré que quitar, porque esto va de vestirse de antiguo, me parece, y con los anillazos no doy el pego».

Le hace ilusión porque «la Lola Flores no es muy de mi estilo, la verdad, pero ha sido una artista de la tierra como la copa de un pino, y ya que vamos a salir en una peli, pues mejor que sea en ésta»

Patricia Román se lo toma a guasa: «Me he aficionado a esto de los casting después de que me escogieran para la cartelería de LA VOZ, así que cuando he tenido noticia de este, me he plantado aquí sin pensármelo dos veces».

A las siete de la tarde, tras tres horas de pruebas, los futuros ciudadanos de los años cuarenta continúan engordando la cola. «A ver si me dejan hacer de amiga de Lola», le pide al conserje una niña de nueve años.