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ESCÉPTICO. Albert Boadella observa con desencanto la evolución politica de una Cataluña que considera «enferma». / VICENS GIMÉNEZ
ESPAÑA

«Cataluña sufre una epidemia de nacionalismo y paranoia»

«Antes me emocionaba con las torres humanas de los 'castellers', ahora sólo deseo que se caigan»

ARANTZA FURUNDARENA/BARCELONA
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Albert Boadella observa con ojos de actor a sus paisanos y no da crédito. Para este catalán, la tierra en la que nació y ha pasado la mayor parte de sus 63 años de vida ha contraído «una enfermedad mental colectiva» en forma de nacionalismo. El hombre que con sólo 19 años creó la subversiva compañía teatral Els Joglars, el autor de La Torna, el antifranquista que se exilió a Francia tras una imaginativa fuga que le libró de la cárcel y de un consejo de guerra por injurias al Ejército, el mismo que sonríe amargamente ante quienes ahora le llaman falangista, ha levantado la voz para oponerse al Estatut, al Maragall que él votó y a la «paranoia contra España».

Boadella, el escritor Félix de Azúa y el periodista Arcadi Espada, entre otros, han constituido Ciutadans de Catalunya, una plataforma con vocación de partido político que se define «antinacionalista, de izquierdas, de tradición ilustrada y a favor de un bilingüismo real».

-Usted siempre se ha considerado un bufón.

-Sobre todo, he tratado de darle dignidad a ese título.

-¿Y tan mal está este reino como para que el bufón tenga que ponerse serio y montar un partido?

-Es un síntoma de la epidemia de nacionalismo que padece mi territorio. El hecho de que un comediante haya tenido que meterse en este berenjenal muestra, creo yo, que algo no funciona. Parafraseando a Hamlet: «Algo huele a podrido en Cataluña».

-¿Y qué es?

-Éste es un país que ha enfermado mentalmente porque ha querido crear una realidad virtual de una Cataluña ideal, que quizá nunca existió. Desde la Transición para acá, se ha empezado a fomentar de nuevo la paranoia. La Transición fue un elemento importantísimo en el que nos dimos la mano entre todos. Los españoles creyeron que debían restituir algunas cosas y lo hicieron -la Generalitat, el Estatuto...- y, a partir de ahí, en vez de intentar acercarnos cada vez más, la clase política ha hecho justo lo contrario, ha propagado la paranoia de que el enemigo siempre es España; que los españoles nos roban el dinero, son unos franquistas, etc.

-¿Ése es el peor síntoma?

-Sí, porque, a partir de considerar que nuestros desastres son por culpa de Madrid, como punta de iceberg de esa cosa tan demoníaca llamada España, todo se desequilibra. Es una falsedad absoluta y un invento muy rentable por parte de la clase política. Porque, claro, la culpa siempre la tienen otros. La política debe servir para hacer más felices a los ciudadanos. Pero sólo a través de aspectos materiales. Los aspectos espirituales, religiosos, patrióticos o metafísicos son íntimos. Como dice Arcadi Espada, el nacionalismo debería relegarse a la alcoba, con el crucifijo.

La muerte civil

-Si esto lleva pasando 25 años, ¿cómo es que no se ha movilizado antes?

-Porque los pasos hacia delante, en esa especie de delirio nacional socialista que ahora tenemos aquí, cada vez son mayores y van hacia una eliminación de todos los vínculos que tenemos con España. Pretenden crear una Cataluña que, si es la del Estatut, a mí no me gusta nada. Una Cataluña donde en todos los repliegues de la sociedad aparece la metafísica catalanista y la política. Eso es terrorífico.

-Ser de izquierdas y anticatalanista parece hoy imposible.

-Eso es porque esto ha empezado a ser, más que un gobierno, un régimen, donde la corrupción y las prebendas se expanden por todo el territorio. Y como ocurría en la época de Franco, mientras no te metas con el régimen, puedes vivir, pero si te enfrentas a él quedas prácticamente colocado en la muerte civil; conmigo casi lo han logrado.

-Si es un régimen, en cualquier caso, lo han votado los catalanes.

-Pero lo grave es que el PSC no ha cumplido con la lealtad a sus propios votantes.

-¿En qué no ha cumplido?

-La mayoría de votantes del PSC no son gente especialmente nacionalista. Aquí ha existido un cierto secuestro del voto en función de una minoría catalanista.

-¿Maragall le ha sorprendido?

-Sí. Yo le voté. Y me ha sorprendido totalmente. Sabía que era un hombre voluble, de poca firmeza de carácter, porque le conozco y he compartido con él muchas cenas. También tiene aspectos cálidos. Pero jamás me hubiera imaginado que acabaría tan nacionalista como Esquerra Republicana.

-¿Y más que Pujol?

-Cuidado, porque Pujol es el perfecto pirómano bombero. Él siempre hace el doble juego. Pujol, en realidad, es el que ha organizado este embolado en el que nos encontramos ahora. A los cinco meses de llegar él al poder, yo monté la obra Operación Ubú, donde ya se veía todo su carrerón. Y la gente pensó que me había pasado.

Burros frente a toros

-Entonces montó una obra teatral. Ahora crea un partido político.

-Porque lo de ahora es más peligroso. Desde el momento en que el PSC ha tomado esa deriva, se ha desequilibrado el panorama.Y esto nos lleva a aspectos asfixiantes de nacionalismo extremo.

-Sin embargo, la población catalana parece encantada. La gente pone en el coche la pegatina del burro...

-Sí, con ese burro catalán le quieren hacer la contra al toro español, porque esto se ha convertido en la gran niñez mental. Es que el nacionalismo es una incitación a los bajos sentimientos de todo ciudadano. Eso tiene un éxito extraordinario y los políticos descubren que es una forma de gobernar muy fácil.

-¿Cree que lo utilizan fríamente?

-Si los socialistas hubiera gobernado en 1986 en Cataluña, ahora no estaríamos hablando de todo esto.