Tribuna

José Joaquín de Mora y el Bicentenario

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Ei un tiempo ya muy lejano, cuando aún quedaban liberales en Cádiz y nuestra ciudad era referente español en América y baluarte americanista en España, vivió José Joaquín de Mora, por muchos motivos el prototipo de liberal perfecto: constitucionalista, políglota, promotor de las libertades, polemista sin complejos, reconocido literato, escritor crítico y, sobre todo, político reformista, nunca revolucionario. Una biografía digna de ser evocada en el contexto del Bicentenario de la Constitución de 1812, a cuya proyección ultramarina contribuyó, como pocos, este insigne gaditano.

José Joaquín de Mora -a quien su ciudad rememora con el rótulo de una discreta y retirada calle-, reúne las características de gran parte de los políticos liberales de su época: personas cultas que dominaban el latín, traducían con solvencia tratados doctrinales de constitucionalistas franceses, ingleses y americanos y se dedicaban a la política sólo cuando antes habían demostrado ser capaces de destacar profesionalmente en otros trabajos.

Políticos ya extinguidos que participaban en los principales debates europeos sobre la libertad y la igualdad, siempre dispuestos a dejar la actividad oficial cuando sus principios se lo exigían y a defender sus criterios frente a directrices superiores o contra la borreguil y hoy tan extendida disciplina de partido; políticos que preferían escuchar a escucharse.

Junto a la célebre trayectoria literaria de Mora, tantas veces citada por sus sonetos y por su intensa polémica con Juan Nicolás Böhl de Faber, hemos de recordar que, como promotor del primer pensamiento político iberoamericano, fue inspirador de textos constitucionales, combatiente por la independencia nacional en Bailén, diplomático en Londres -de España y de la Confederación Perú-Bolivia-, divulgador del liberalismo en España y América -especialista en las teorías de Benthan y de la doctrina económica de Mac-Culloch-, fundador de Crónica Científica y Literaria, redactor de El Constitucional y La Minerva Nacional, director del Museo Universal de Ciencias y Artes y del Correo Literario y Político de Londres, firma relevante en El Conciso, autor del Manuscrito sobre la industria y comercio de España, y, ante todo, puente de ideas políticas y de la libertad de prensa entre Cádiz, Londres y las capitales de los nuevos Estados emancipados en América.

En el caso Mora, padre de la Constitución chilena de 1828 y Académico de la Lengua, a los mencionados atributos se suman tantos merecimientos que no es de extrañar que en algunos países america nos aseguren que, para conocer el pensamiento político de la primera mitad del siglo XIX, resulte imprescindible la lectura sistemática de la obra de José Joaquín de Mora, gaditano ilustre cuya impronta ilustrada de constitucionalista comprometido aparece en todas la fases de su vida de poeta, jurista, periodista y profesor. Cuando a finales de 1826 José Joaquín de Mora pone rumbo a América y deja atrás Londres -ciudad adonde había huido tras el restablecimiento del absolutismo español en 1823 y donde coincidió con Blanco White-, este incansable gaditano comienza a erigir uno de los pilares más sólidos del primer constitucionalismo iberoamericano, objetivo no valorado suficientemente en España que logrará con el esfuerzo de años de trabajo, inteligentes relaciones sociales, incontables cambios de residencia y nume-rosos viajes por las antiguas provincias de Ultramar. Primero, en Argentina, donde se instala a requerimiento el presidente Rivadavia y funda el periódico La Crónica Política y Literaria de Buenos Aires. En segundo lugar, en Chile, donde redacta la Constitución de 8 de agosto de 1828 y crea los periódicos El Mercurio Chileno y El Constituyente. En tercer lugar, en Perú, donde funda el periódico El Ateneo. Y, en cuarto lugar, en Bolivia, donde aplica sus ideas constitucionalistas liberales como Secretario del Presidente de la República, periodista del Eco del Protectorado y redactor del Estatuto para la Universidad Mayor de San Andrés (1835), de la que sería catedrático.

Por todos estos y otros motivos, cuando se acerca el año 2012, de justicia es elogiar a José Joaquín de Mora, un gaditano universal que sembró tantas semillas de libertad política y de prensa por toda Iberoamérica que, sin posibles exageraciones, podemos considerarlo uno de los fundadores del pensamiento constitucional iberoamericano y referente inexcusable del Bicentenario de La Pepa.