«Dejadme ir a la casa del Padre», las últimas palabras de Wojtyla
Siguiendo una tradición polaca, en la habitación fue encendida una vela y se ofició la Misa de la festividad de la Divina Misericordia
Actualizado:"Dejadme ir a la casa del Padre" fueron las últimas palabras pronunciadas poco antes de morir por Juan Pablo II, de cuyo fallecimiento se cumple mañana un año.
Hacia las 15.30 horas local (13.30 gmt), "con voz débil y confusa y en idioma polaco", según recogió la Acta Apostolicae Sedis, Karol Wojtyla, el primer Papa polaco de la historia de la iglesia pedía "dejadme ir a la Casa del Padre" y poco después entraba en coma.
Lo pidió mientras los monitores instalados por los médicos que le trataban en el apartamento pontificio señalaban el progresivo agotamiento de sus funciones vitales.
Siguiendo una tradición polaca, en la habitación fue encendida una vela y a las ocho de la tarde se ofició junto a su cama la Misa de la festividad de la Divina Misericordia, instituida por Wojtyla para honrar el culto impulsado por la santa polaca Faustina Kowalska, de la que se consideraba discípulo.
La misa fue presidida por su fiel secretario Stanislav Dziwisz, recientemente creado cardenal por Benedicto XVI, y a la misma asistió el cardenal polaco Marian Jaworski, el prelado Estanislao Rylko y Mieczslaw Mokrzycki, el otro secretario de Juan Pablo II. Cantos religiosos polacos acompañaron la celebración, mientras fuera, en la plaza de San Pedro decenas de miles de personas rezaban por el Pontífice, de 84 años.
Una hora y 37 minutos después de comenzar la misa, a las 21.37 horas local (19.37 GMT) expiraba Juan Pablo II, tras 26 años y medio de papado. El fallecimiento fue certificado por su médico particular, Renato Buzzonetti, tras realizarle una electrocardiotanatografía que duró veinte minutos.
Los últimos meses
Con esa misma profusión de las últimas horas de vida, la Acta Apostolicae Sedis recogió los últimos meses de la vida de Juan Pablo II, desde el 31 de enero de 2005, cuando la Oficina de Prensa del Vaticano informó que el anciano Pontífice padecía gripe y habían sido suspendidas todas sus actividades.
Al día siguiente el cuadro clínico se complicó con una laringotraqueítis aguda, lo que obligó a ingresarle en policlínico Gemelli de Roma, aquejado de problemas respiratorios.
Estuvo ingresado hasta el día 10, en que le dieron el alta y regresó al Vaticano, donde realizó una semana de ejercicios espirituales y aseguró que seguía al servicio de la Iglesia. Pero el día 24 tuvo que ser trasladado de nuevo al Gemelli con graves problemas respiratorios, que obligaron a practicarle una traqueotomía.
El día 26 apareció por sorpresa en la ventana de su habitación y bendijo a los fieles y el 11 de marzo el Vaticano difundió una grabación en la que, por primera vez tras la traqueotomía, se le escucha decir unas palabras. Dos días más tarde fue dado de alta y regresó al Vaticano. Antes de abandonar el Gemelli pronunció unas palabras ante los fieles, con voz ronca pero clara.
Cada vez más frágil
El 20 de marzo, Domingo de Ramo, por primera vez en sus 26 años de pontificado, no pudo celebrar la misa, aunque al final apareció en la ventana de su estudio y bendijo, pero no habló y se le vio muy frágil.
Tampoco pudo oficial la Misa Crismal del Jueves Santo, ni los Oficios del Jueves y del Viernes Santo. El tradicional Vía Crucis que todos los años presidía en el Coliseo de Roma lo siguió a través de la televisión.
Asimismo no ofició la Vigilia Pascual y todo el mundo esperaba el Domingo de Resurrección, con la ilusión de verle recuperado. Pero no fue así. Con gran esfuerzo y presentando un estado muy frágil apareció en el balcón de su apartamento. Logró impartir a duras penas la bendición, pero aunque lo intentó no pudo hablar.
Si el domingo de Resurrección impresionó a los fieles, el 30 de marzo fue aún más. Sacando fuerzas de flaqueza apareció en el balcón, pero por más que lo intentó no pudo articular palabra. Y se le vio como sufría. Pocas horas después se supo que los médicos le habían colocado una sonda nasogástrica para facilitar su alimentación.
A primeras horas del jueves 31 de marzo se desató la infección en las vías urinarias que le llevaría a la muerte.
Eran las once de la mañana. Mientras estaba en su capilla privada le dieron escalofríos y la fiebre le subió a 39,6 grados. Los médicos le aplicaron todas las medidas necesarias, pero se decidió -siguiendo sus deseos- mantenerlo en el Vaticano y no trasladarle al Gemelli, visto que la situación era irreversible.
Juan Pablo II estuvo consciente hasta las siete de la tarde del día en que falleció, aunque ya desde la mañana tuvo momentos de adormecimiento.