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Editorial

Parlamento atomizado

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Las elecciones legislativas en Israel proporcionan varias lecciones, pero la principal, en términos políticos, es que el gran proyecto de Ariel Sharon, crear un gran bloque central de realistas, moderados y posibilistas en torno al cual pivotara la acción para concluir el conflicto con los palestinos, no ha cuajado. En efecto, en las elecciones adelantadas por voluntad del ex-primer ministro hospitalizado tras agotar las inestables fórmulas a que se vio obligado, su sucesor, Ehud Olmert, sólo ha recibido 28 escaños al frente de Kadima, el partido de los sharonistas. En un parlamento de 120 escaños y muy atomizado, deberá recurrir a una coalición, y a las viejas recetas que contenten a todos, incluidos socios potenciales tan dudosos como el partido de los pensionistas, con siete escaños, o los ortodoxos sefardíes del SAS. La derecha clásica, el Likud, sangrada por la fundación de Kadima, baja a once diputados y debilita a Benjamín Netanyahu mientras los laboristas se dan por satisfechos con sus veinte escaños y su nuevo líder, el sefardí Amir Peretz, entra con buen pie en política. La izquierda laica y pacifista, Meretz-Yahad, baja de modo inquietante a sólo cuatro escaños y los ultras de Israel Beiteinu, con 12, aparecen como ganadores netos. Y se mantienen el moderado Judaísmo Unificado de las Torah y la derecha radical UN-PNR, como las listas árabes (diez diputados).

El récord de abstención prueba adicionalmente que las elecciones no han movilizado a la sociedad y no han sido percibidas como una clara oportunidad de avanzar hacia una solución del conflicto con los palestinos que, como siempre, ha terminado por centrar la campaña. Olmert prometió nada menos que tener fijadas en 4 años las fronteras definitivas de Israel -con o sin negociación con los palestinos-, el verdadero programa de la vasta reunión de pragmáticos y que no parece en vías de creación.